Leonardo López Luján
Todo parece indicar que los más antiguos impresos arqueológicos novohispanos se remontan a 1748 y 1749. Resulta curioso que uno de ellos sea en realidad el relato apócrifo de pretendidas visitas a las excavaciones realizadas por Roque Joaquín Alcubierre en la bahía de Nápoles.
“Pompeya y Herculano son el símbolo de la felicidad del arqueólogo, seguro de sí por el descubrimiento de la casi totalidad de los vestigios de la vida antigua: ¡un verdadero sueño! Estas ciudades se encuentran también en el origen del lugar privilegiado que ocupa la arqueología en nuestra civilización”. Con estas palabras Tony Hackens, vicepresidente en turno del Programa de Arqueología de la Comunidad Europea, inauguró las jornadas académicas para celebrar los 250 años del inicio de las exploraciones de las ciudades romanas que fueron sepultadas por las cenizas y los lodos del Vesubio en 79 d.C. Esto aconteció el 30 de octubre de 1988 en la bellísima localidad italiana de Ravelo. Aquel día, en una sala ubicada frente al mar y repleta de público, se dieron cita las máximas luminarias de la arqueología y la historia del arte clásicas. En medio de una gran expectación, se hizo el silencio y se apagaron las luces para que comenzara la conferencia inaugural. El orador invitado, sin embargo, no se refirió a Carlo di Borbone –inolvidable soberano de las Dos Sicilias–, ni a la encomienda que éste hiciera en 1738 al ingeniero español Roque Joaquín Alcubierre para desenterrar los mármoles que se encontraban bajo su palacio de Portici. Lejos de ello, el orador narró con detalle el hallazgo de la escultura de una diosa lunar llamada Coyolxauhqui y de la manera en que, diez años antes, en 1978, había comenzado a exhumar el Templo Mayor de Tenochtitlan.
Evidentemente, el orador era Eduardo Matos Moctezuma, quien con orgullo y gran conocimiento habló de las pasadas glorias de otros Moctezumas. El lector se preguntará la razón de tan extraño privilegio: ¿qué hacía un mexicano abriendo los festejos del nacimiento de la arqueología italiana? La respuesta parece obvia: la trascendencia de los trabajos de recuperación del recinto sagrado y la resultante revolución de nuestros conocimientos sobre la civilización mexica bien ameritaban tal distinción.
Italia y México
Lo interesante de este acontecimiento es que tiene un reflejo especular que nos lleva a otras conexiones –mucho más remotas– entre la arqueología de Italia y la de México. En efecto, en el lejano año de 1748, la viuda del andaluz José Bernardo de Hogal editó un opúsculo de excepción en su imprenta de la calle de las Capuchinas (hoy Venustiano Carranza), en el Centro Histórico de la ciudad de México. Se trataría, a juicio de Roberto Moreno de los Arcos, de la primera publicación de arqueología que vio la luz en nuestro país. Ésta, de manera significativa, no versa sobre una divinidad decapitada por su propio hermano, ni acerca de una pirámide con dos capillas en su cima, sino de los fructíferos trabajos de recuperación de Herculano, los cuales habían comenzado una década atrás, en el año de 1738. El barroco título del impreso es Relación del marabilloso descubrimiento de la ciudad de Heraclea, o Herculanea, hallada en Portici, Casa de Campo del Rey de las Dos Sicilias, sacada de los mercurios de septiembre, y noviembre del año passado de 1747.
Como lo aclara este título, el contenido fue tomado por la viuda de Hogal de dos artículos atrasados del madrileño Mercurio Histórico-Político. Hoy sabemos que, a su vez, éstos eran la traducción de un par de hojitas en 4o que, bajo el título de Relation d’une découverte merveilleuse faite dans le Royaume de Naples, circularon por las calles de París, al parecer en julio de 1747. Su lectura nos revela pretendidos extractos de cartas de un inexistente caballero de Malta y de un ficticio Abad de Orval. Tales cartas describen recorridos por antiguas viviendas amuebladas, donde los protagonistas tomaron como souvenir pinturas murales y alimentos “muy frescos” ¡de casi 17 siglos de antigüedad! Vale mencionar que Le Mercure de France reeditó la primera de estas cartas en el mismo mes de julio y que, seis meses después, publicó la misiva de un viajero francés que ponía en duda su veracidad.
El muy modesto impreso de la viuda de Hogal, al igual que todas las hojas volantes que se vendían a los transeúntes y a los clientes de las librerías, cumplía la breve misión de difundir las noticias de actualidad. Este carácter efímero, con el transcurso de los siglos, lo ha convertido en una publicación excepcionalmente rara. Por fortuna, tras varios meses de búsqueda en bases de datos y bibliotecas de México y el extranjero, pude localizar un ejemplar en el Fondo Reservado de la Biblioteca Nacional de México, encuadernado en el volumen 604 de la vastísima Colección La- fragua. Dada su enorme trascendencia para la historia de la arqueología mexicana, se transcribe en el recuadro de la p. 77.
Un año más tarde, en 1749, la viuda de Hogal decidió dar a conocer la secuela de este impreso. Aprovechó para ello la publicación de una hojita que contiene un gracioso documento de título igualmente kilométrico: “Copia de carta, del emperador de la China, escrita a nuestro santissimo padre Benedicto XIV, pidiendo a su santidad una princesa de Europa en matrimonio con la solemne Promessa (entre otras) de establecer una mutua correspondencia con su Santidad.” En el anverso de esa hojita incluyó una adenda (Biblioteca Nacional de México, Colección Lafragua, vol. 604), con el título de: “PARRAPHO, QUE SE DEVE AÑADIR A LA RELACION que se imprimió el año passado de la Ciudad de Heracla...”, que se transcribe íntegramente en la p. 78.
López Luján, Leonardo, “Noticias de Herculano. Las primeras publicaciones mexicanas de arqueología”, Arqueología Mexicana núm. 90, pp. 74-80.
• Leonardo López Luján. Director del Proyecto Templo Mayor, INAH. Con Marie-France Fauvet-Berthelot prepara un libro sobre Antonio León y Gama, y Guillermo Dupaix
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