Elisa Ramírez
Entre los mayas de México y Centroamérica son recurrentes los relatos de hermosas mujeres seductoras que espantan a los hombres. Algunas veces aparecen con el rostro de la mujer amada: otras parecen simplemente hermosas desconocidas. Su atrevimiento contradice el recato común de la relación entre hombres y mujeres. Aunque las características de la mujer que la hacen seductora cambian, es constante su identificación con los árboles, la selva. Al atraer a los hombres hacia su casa, los pierde en su propia naturalidad instintiva: los enmonta y les impide salir de nuevo a los espacios cultivados o familiares. O bien, en caso de no dejarse, el susto de haberlas visto los enloquece.
Dennis Tedlock, en su libro Breath in the Mirror (1993), dedica el capítulo "Tres doncellas bañándose" a un fragmento del Popol Vuh, cuando tras la creación y la alianza primera de los hombres sobreviene el desmembramiento de las naciones y de territorios. Los enemigos tienden una trampa a nuestros primeros hombres, enviándoles a tres hermosas mujeres, con la misión de desvestirse al verlos, entregarse a ellos y pedirles una prenda como prueba de la unión. Pero los muchachos las ven desde atrás y no las desean. Ellas deberían llevar las pruebas para no ser sacrificadas y ellos les dan tres capas donde pintan un jaguar, un águila y avispas. Los animales atacan a los enemigos cuando desatan las capas. De las tres muchachas una se convierte en Mujer Deseo y la otra en Mujer Llorona. Desde entonces son consideradas tentadoras y aparecen desnudas lavando en el río. Son seres de agua, fríos.
En Yucatán hay una versión que dice que la Xtabay es producto de un amor desdichado entre una pareja y una rival despechada, que se conviene al morir en una flor hedionda, enemiga de la amada, quien a su vez se transforma en flor de xtabentún. Se dice también que la Xtabay lleva las almas al fondo de la tierra, es la dueña de los animales o una encarnación femenina del diablo. En las diversas versiones aparece en noches de Luna, tiene una larga cabellera y va vestida de blanco. Seduce, pierde en el monte o enloquece a los que la vieron, sin que sanen ni olviden su pasión. Vive en las ceibas y pierde a los hombres en el monte.
Alonso, de Ticul, Yucatán, cuenta a Allan F. Burnes en Una época de milagros (1983):
Ese fantasma sale al camino oscuro. Cuando alguno se fija, ve a una mujer allí parada. Al pasar junto a ella viene a abrazarte. Le dices: "¿A dónde vas?" "Yo; a mi casa, está lejos de aquí, ¿no vienes conmigo “No, déjame seguir solo". "No, vámonos juntos, te llevo".
Cuando el hombre escucha eso, el fantasma lo captura. "Déjame ir”, le dice el hombre. "No, hasta que lleguemos a mi casa”. El hombre intenta hablar pero el fantasma lo aprieta con fuerza. "Muéstrame tu cara, quiero darte un beso", le dice.
Cuando suelta lo que va tapando su cara y el hombre la mira ve la cosa y se espanta. "Déjame ir, no eres de verdad, eres algo podrido, Dios", le dice el hombre. Y el hombre comienza a rezar.
La Xtabay suelta al hombre. Cuando el hombre se levanta. comienza a gritar: “Me llevó la Xtabay ". Termina.
En Cuentos mayas (DGEI, 1982) se recopila una versión de Peto, Yucatán:
Mi papá me ha contado que clavó a la Xtabay. La encontró en una ocasión en que viajaba borracho. Era una mujer muy bonita, de cabellos largos, que lo sujetó.
- Bueno, ¿que quieres conmigo?
Pero sin darse cuenta de que hablaba solo, pues aquello que veía ni hablaba ni se movía. Entonces le clavó a la Xtahay el cuchillo que traía, ella lo soltó y él huyó. Al amanecer al día siguiente, siguiendo la pista, encontró su cuchillo clavado en un nopal.
Elisa Ramírez. Socióloga, poeta. escritora para niños y traductora. Colaboradora permanente de esta revista.
Ramírez, Elisa, “Xtabay, Ciguanaba: Tentaciones”, Arqueología Mexicana 66, pp. 10.
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