Podemos afirmar que en México, después del español, el náhuatl es la lengua con mayor número de hablantes y la que más ha influido en el español mexicano, como puede apreciarse en numerosos nahuatlismos que ya forman parte de la lengua castellana, tales como: tomate, petate, metate, aguacate, chocolate, atole…, y otros que se refieren a diversos utensilios, comidas, nombres de personas y de animales, así como expresiones cotidianas.
Lo mismo puede decirse de la toponimia mexicana, que se extiende a lo largo y ancho del territorio nacional. Nombres de estados, ciudades importantes, municipios y pueblos están en lengua náhuatl. A modo de ejemplo podemos citar algunos, pues la lista es inmensa: Culiacán, Jalisco, Michoacán, Tuxpan, Oaxaca, Tuxtepec, Acapulco, Tehuantepec, Cuajimalpa, Iztacalco, Huejutla, Ixmiquilpan, Huauchinango, Chicontepec, Teziutlán.
A pesar de las políticas de homogeneización cultural y lingüística que predominaron en el siglo pasado para integrarlos a la sociedad nacional, los pueblos nahuas de hoy mantienen diversos aspectos de su patrimonio cultural milenario. Así, en diversas regiones del país pueden apreciarse tradiciones y costumbres que los nahuas mantienen y preservan como parte de su identidad comunitaria y regional.
Tomado de Natalio Hernández, “Presencia contemporánea de los nahuas”, Arqueología Mexicana núm. 109, pp.