Los pueblos se comunicaban por medio de comerciantes ambulantes que recorrían los caminos a pie, o por medio de verdaderos comerciantes profesionales que trasladaban las mercancías en canoas a lo largo de la costa y a lo largo de los ríos. Dice Landa en su Relación de las cosas de Yucatán que “el oficio a que más inclinados estaban era el de mercaderes, llevando sal, ropa y esclavos a tierra de Ulúa y Tabasco, trocándolo todo por cacao y cuentas de piedra que eran su moneda” (Landa, 1973, p. 40). Los comerciantes sabían de las rutas, veredas y caminos. Conocían los productos de mayor demanda, su valor y las áreas productoras. Podían entrar a regiones restringidas en busca de materias primas y objetos. Esta situación se les facilitaba por hablar varias lenguas pertenecientes a los grupos con los cuales contrataban. Los comerciantes eran hombres cultos, con conocimiento de las condiciones geográficas, económicas, políticas y culturales.
En muchos casos eran ellos los que podían aconsejar a sus gobernantes acerca de la expansión comercial, y aun de la planeación para el cultivo de ciertos productos especializados y de gran demanda. A partir del diálogo y el regateo que se entablaba para vender y comprar, se iban intercambiando las propias formas de comer, las recetas, las maneras de usar los instrumentos de labranza y otras muchas cosas. Los mercaderes mayas estaban organizados y formaban parte de una importante clase económica y social, y habitaban en barrios exclusivos. Emparentados con los grupos gobernantes, pertenecían a un grupo con prerrogativas. Poseían riquezas, bienes territoriales y esclavos. En el caso de los comerciantes de Tabasco y Xicalango, por ejemplo, ellos mismos eran los dueños de las huertas de cacao, haciendo propio el artículo más demandado de la zona maya.
La habilidad de los comerciantes-navegantes para la construcción de embarcaciones, sus conocimientos marítimos y su eficiencia en el comercio impresionaron profundamente a sus contemporáneos.
Aprendieron la técnica para construir canoas y barcos españoles, de la cual hicieron una especialidad en Bacalar. A su conocimiento del mar se debe la fundación de puertos protegidos contra la marea y el mal tiempo, utilizando las corrientes para trasladarse más fácilmente. Para comunicar los puertos con las poblaciones del interior se construyeron amplias calzadas hacia los centros de peregrinaje, denominadas sacbés o caminos blancos.
El comerciante maya era una pieza clave en la estructura y organización de la sociedad. Por el conocimiento que tenían, como ya quedó dicho, de las distintas regiones y las rutas de comercio, abrían la posibilidad de estrategias militares y de dominio político. De aquí la importancia del comercio, sus rutas y sus actores.
El complejo sistema de organización sociopolítica que imperaba en las tierras mayas antes de la llegada de los conquistadores parece haberse basado en el dominio político de los linajes, que a su vez se sustentaba en el acceso a determinados recursos y a la circulación de bienes de prestigio. No obstante las rivalidades entre los linajes, provocadas por las fricciones surgidas a causa del acceso a artículos de subsistencia, existían acuerdos que implicaban el reconocimiento de fronteras, el intercambio de productos especializados, el libre tránsito de comerciantes y el respeto a los peregrinos en marcha a los lugares de culto. En conclusión, dada la gran diversidad de artículos comerciales en toda la región maya, postulo la idea de que existía un circuito mercantil alrededor de la península de Yucatán. Éste se sustentaba en el intercambio interno de cada región, entre puntos cruciales, que llamamos santuarios-mercados, para la rápida circulación de productos. Era gracias a la compacta y profusa red de arterias navegables y vías terrestres que se lograba esta interrelación. Desde los santuarios-mercados se redistribuían los productos de una forma asimétrica, privilegiando a un sector de la sociedad sobre los demás. Esta institución se convirtió, entonces, en el pivote alrededor del cual se organizaron tratos y contratos. El beneficio que resultó de esas transacciones propició, como un factor fundamental, el predominio de un grupo sobre los demás sectores de la población. El grupo que tenía el poder de decisión sobre la producción de ciertos artículos especializados, de su distribución y el probable monopolio de las rutas de intercambio, fomentó la hegemonía sobre los demás sectores sociales. De manera que siendo la maya una sociedad diferenciada, como en el resto de Mesoamérica, es de suponerse que esos grandes señores se deleitaban con sabores y productos exquisitos privativos de los grupos en el poder, que fueron inaccesibles para el común de la gente.
Tomado de Amalia Attolini Lecón, “Los placeres del paladar. Los caminos de las mercaderías entre los mayas prehispánicos”, Arqueología Mexicana núm. 122, pp. 48-53.
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