En el año 2006 fue localizada por los arqueólogos del Programa de Arqueología Urbana del Templo Mayor, una de las esculturas que representan a Tlaltecuhtli, señor/señora de la Tierra. Hasta el día de hoy es la de mayor tamaño, mide 4 m de ancho por 3.57 de altura. Hasta esas fecha se conocían más de 40 esculturas de ese ser sobrenatural, que de acuerdo con la cosmovisión mexica, con su cuerpo dio origen al cielo y al inframundo.
A pesar de que los arqueólogos no han localizado templo alguno dedicado a la diosa, la cantidad de representaciones de Tlaltecuhtli supera por mucho a la de cualquier otra deidad.
Las imágenes de la Tlaltecuhtli eran esculpidas debajo de una variada suerte de monumentos y objetos rituales de piedra, mostrando a la diosa en su vista dorsal, es decir, de espaldas. De esta manera, al colocarse las esculturas en contacto con la tierra, la diosa quedaba recostada boca arriba y escondida a la vista de la gente.
Elementos que distinguen a Tlaltecuhtli
Lleva una diadema, orejeras y pectoral relacionados con las deidades solares. En las mejillas tiene círculos y muestra fuertes dientes, con los que sostiene un cuchillo de sacrificios, elementos que identifican a las deidades de la Tierra.
Su cabello es ensortijado y en éste se ven plumones (símbolos de la muerte por sacrificio), ciempiés, alacranes, serpientes y arañas, animales relacionados con la humedad de la Tierra y la oscuridad de la noche.
En cada una de las articulaciones de las extremidades de la diosa se ve el llamado rostro garra, que se compone por un cráneo facial con dientes afilados. Debajo de los rostros garras se ve un cráneo con una protuberancia en donde estuvo la nariz. La protuberancia podría simbolizar un cuchillo de sacrificio. Debajo de ese cráneo se ve un adorno de plumas y cascabeles, que de acuerdo con los códices prehispánicos eran de cobre o de oro.
A la altura de la cintura, tiene la diosa el adorno, hecho con tiras de cuero, que identifica a las deidades terrestres femeninas, el cual pende de un cráneo sostenido por el cuerpo de una serpiente.
El faldellín de la deidad, está adornado con cráneos y huesos cruzados y en la parte de abajo, con unos flecos.
En algunas de las esculturas de esta deidad, del cabello, que siempre es crespo sobresalen algunas banderas de papel con franjas rojas, similares a las que portan las deidades asociadas con la muerte, particularmente las tzitzimime o monstruos femeninos celestes.
Sus rodillas están flexionadas y desplegadas hacia los costados, en una posición que ha sido interpretada como de sapo, de parto, de derrota, de descenso o que emula la estructura cuatripartita de la superficie terrestre.
El 2 de octubre del año 2000 fue localizada por los arqueólogos del Programa de Arqueología Urbana del Templo Mayor, una de las esculturas que representan a Tlaltecuhtli, señor/señora de la Tierra. Hasta el día de hoy es la de mayor tamaño, mide 4 m de ancho por 3.57 de altura. Hasta esas fecha se conocían más de 40 esculturas de ese ser sobrenatural, que de acuerdo con la cosmovisión mexica, con su cuerpo dio origen al cielo y al inframundo.
A pesar de que los arqueólogos no han localizado templo alguno dedicado a la diosa, la cantidad de representaciones de Tlaltecuhtli supera por mucho a la de cualquier otra deidad.
Las imágenes de la Tlaltecuhtli eran esculpidas debajo de una variada suerte de monumentos y objetos rituales de piedra, mostrando a la diosa en su vista dorsal, es decir, de espaldas. De esta manera, al colocarse las esculturas en contacto con la tierra, la diosa quedaba recostada boca arriba y escondida a la vista de la gente.
Elementos que distinguen a Tlaltecuhtli
Lleva una diadema, orejeras y pectoral relacionados con las deidades solares. En las mejillas tiene círculos y muestra fuertes dientes, con los que sostiene un cuchillo de sacrificios, elementos que identifican a las deidades de la Tierra.
Su cabello es ensortijado y en éste se ven plumones (símbolos de la muerte por sacrificio), ciempiés, alacranes, serpientes y arañas, animales relacionados con la humedad de la Tierra y la oscuridad de la noche.
En cada una de las articulaciones de las extremidades de la diosa se ve el llamado rostro garra, que se compone por un cráneo facial con dientes afilados. Debajo de los rostros garras se ve un cráneo con una protuberancia en donde estuvo la nariz. La protuberancia podría simbolizar un cuchillo de sacrificio. Debajo de ese cráneo se ve un adorno de plumas y cascabeles, que de acuerdo con los códices prehispánicos eran de cobre o de oro.
A la altura de la cintura, tiene la diosa el adorno, hecho con tiras de cuero, que identifica a las deidades terrestres femeninas, el cual pende de un cráneo sostenido por el cuerpo de una serpiente.
El faldellín de la deidad, está adornado con cráneos y huesos cruzados y en la parte de abajo, con unos flecos.
En algunas de las esculturas de esta deidad, del Cabello, que siempre es crespo sobresalen algunas banderas de papel con franjas rojas, similares a las que portan las deidades asociadas con la muerte, particularmente las tzitzimime o monstruos femeninos celestes.
Sus rodillas están flexionadas y desplegadas hacia los costados, en una posición que ha sido interpretada como de sapo, de parto, de derrota, de descenso o que emula la estructura cuatripartita de la superficie terrestre.
Para ampliar la información de esta reseña:
https://raices.com.mx/tienda/revistas-arqueologia-e-identidad--AM100
https://raices.com.mx/tienda/revistas-cenotes-en-el-area-maya-AM083