La Chevrolet es una compañía de carros de fama mundial. Los hay verdes, rojos, negros…, la gama cromática se queda corta ante la proliferación de tonos que acompaña a los productos de esta marca. Año con año, al igual que sus competidoras dedicadas al mismo menester, salen nuevos modelos que transitan orgullosos por todas las calles del mundo.
Los vemos por aquí y por allá; la televisión nos alimenta la envidia de ver al volante del nuevo modelo a un tipo idiota acompañado de una hermosa mujer (recuérdese que calificar de idiota a alguien que anda con una bella mujer es ley común). No hay duda de que la Chevrolet es una de las empresas más poderosas del orbe.
Pero… lo que no sabe el lector es que los carros de Chevrolet han intentado, por lo menos en dos ocasiones, regresar en el tiempo para llegar a la morada de los dioses antiguos, con funestas consecuencias para ellos (los carros).
Quien lea esta nota pensará que estoy loco. Independientemente de la veracidad de esto, voy a demostrarles que lo que digo es verdad.
Corría el año de 1978. En la esquina de las calles de Guatemala y Argentina, en el Centro Histórico de la ciudad de México, se acababa de encontrar, el 21 de febrero de ese mismo año, la monumental escultura de Coyolxauhqui, deidad lunar cuyo cuerpo decapitado y desmembrado yacía, inerte, al pie del templo de Huitzilopochtli. La noticia recorría la ciudad. Los arqueólogos corrían al lugar del hallazgo. Hasta el presidente de la República fue a rendirle pleitesía a la diosa.
En esas estábamos, cuando la madrugada del 25 de febrero, a las 6 a.m., un vehículo marca Chevrolet, placas 963BWY, que transitaba por la calle de Guatemala detrás de la Catedral, no vio las indicaciones de que la calle estaba cerrada por las excavaciones y se siguió de frente, quedando sobre las tarimas que protegían a la diosa. El carro fue retirado del lugar por las grúas de tránsito 166 y 199. A la escultura no le pasó nada, pero al vehículo…
Imagen: Templo Mayor, ciudad de México, 20 de agosto de 1999.
Eduardo Matos Moctezuma. Maestro en ciencias antropológicas, especializado en arqueología. Fue director del Museo del Templo Mayor, INAH. Miembro de El Colegio Nacional. Profesor emérito del INAH.
Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:
Matos Moctezuma, Eduardo, “Los carros del Templo Mayor”, Arqueología Mexicana, núm. 174, pp. 82-83.