“¿Mis logros?”
El día de hoy nos hemos reunido aquí, en este recinto universitario, para rendir homenaje a uno de los académicos que ha alcanzado un prestigio intelectual tanto en el interior de nuestro país como en el ámbito internacional. Tenía que ser este acto dentro de los espacios de la Universidad Nacional Autónoma de México, casa en la que se formó Miguel León-Portilla y a la que ha retribuido con creces por su entrega y dedicación tanto en la enseñanza como en la investigación.
No voy a referirme a los datos personales de nacimiento, niñez y educación que han sido mencionados en los múltiples reconocimientos de que ha sido objeto nuestro homenajeado. Sólo haré alusión, y es justo decirlo, a la persona que ha sido compañera y amiga a lo largo de su transitar durante tantos años y quien ha sabido ganarse por méritos propios un lugar en el nada fácil medio de la investigación: la doctora Ascensión Hernández Triviño.
Querido Miguel: supiste ser buen alumno y por lo tanto buen maestro. Tu admiración y devoción por el padre Ángel María Garibay y por don Manuel Gamio siempre han estado presentes. El primero, maestro riguroso y severo, nahuatlato, filólogo y buen conocedor de la literatura de los pueblos antiguos. El segundo, antropólogo, arqueólogo, innovador de las ciencias sociales, de quien bebiste su conocimiento del pasado y del presente de México. Fue así como estos dos pilares del saber fueron guía y el joven alumno pronto deviene en maestro para iluminar, con luz propia, a muchas generaciones de estudiosos que se formaron bajo la tutela de quien ha sabido hacer de la docencia un compromiso y una realidad.
Cuando Miguel cumplió 81 años de edad, se le acercaron los editores del libro que llevaría por título Aportaciones científicas y humanísticas mexicanas en el siglo XX, con el fin de que comentara acerca de sus logros académicos. La primera reacción de Miguel fue preguntarse: ¿mis logros? Así, con un planteamiento en forma de interrogante, Miguel León-Portilla aceptó el reto y nos dice acerca de lo que, a su parecer, son los principales campos en que ha transitado a lo largo de su vida académica. Hoy, que celebramos los 90 años de edad de quien ha dedicado su vida a la investigación y a la formación de nuevas generaciones de estudiosos, bien vale la pena recordar algunas de los aportes realizados a lo largo de muchas décadas.
¿Tus logros? Son muchos. Supiste dar la palabra a quienes les había sido arrebatada al igual que lo hiciera fray Antón de Montesinos en La Española un domingo de adviento de 1511, o la de fray Bartolomé de las Casas en defensa del oprimido. Fue una batalla ardua que se ha prolongado hasta nuestros días y tú eres digno sucesor de aquellos varones. Les diste forma a las voces negadas por medio de la palabra escrita para darla a conocer e irradiarla por el mundo a otras muchas lenguas. De esta manera nos diste la razón de ser de quien padece la injusticia e hiciste tuya la palabra del vencido para esgrimirla en contra de la injusticia hacia el indígena de ayer pero también a favor del indígena de hoy. Reivindicaste la visión del mundo indígena y su manera de percibir el universo, pese a quienes pensaban que estos seres no tenían su propia concepción del mundo. Cambiaste el “descubrimiento” de América, no exento de eurocentrismo, por un encuentro en que España conocía América y América conocía España. Nos diste la flor y el canto antiguo cuando rescataste a los poetas del mundo náhuatl. Has legado pasajes de la antigua palabra, los huehuetlatolli, tomada de los viejos tlamatinime. Fundaste el Centro de Investigaciones Históricas en Tijuana allá por 1975, por medio del cual se ha ampliado de manera considerable el conocimiento acerca de la Baja California. En fin, has dejado constancia de una importante labor que queda allí para que nuevas generaciones puedan adentrarse en el conocimiento de los hombres que fueron y de los hombres que son.
Todo lo anterior ha quedado escrito en una magna obra enorme tanto por su tamaño como por su calidad y profundidad de pensamiento. Miles de páginas nos has dado en donde analizas la historia mesoamericana, los códices, los mitos, en fin, que los temas no se agotan ni te son ajenos. A lo anterior habría que añadir otra de tus facetas: la de editor de obras indispensables para el mejor conocimiento del pasado indígena. Vayan por delante solamente dos ejemplos: me refiero a Cantares Mexicanos, por un lado, y a la creación de la revista Estudios de Cultura Náhuatl, por el otro. En esta última muchos investigadores hemos podido expresar nuestro pensamiento acerca de diversas vertientes de los pueblos nahuas, la que por cierto hoy también celebramos al cumplirse 50 números de dar a conocer estos pensamientos.
Para celebrar tus 90 años, nos hemos convocado aquí diez investigadores –y podrían haber sido muchos más– para hablar de tus múltiples facetas. Que diez académicos que pertenecemos a diferentes ramas del conocimiento hablen acerca de tus aportes nos dice de manera contundente que tu contribución al conocimiento del México antiguo y del presente ha sido plural, relevante, profunda, trascendente.
Además de lo dicho y ya para terminar, quiero agregar otra faceta que te es propia: la de hombre íntegro que enseña no sólo en las aulas sino también con el ejemplo. En estas épocas que vivimos hacen falta personas que, como tú, marquen derroteros que nos permitan transitar hacia mejores metas. Son 90 años de aprendizaje, enseñanza, investigación y algo muy importante: de entrega y trascendencia que han llenado, con empeño y sabiduría, el quehacer de un humanista comprometido con la ciencia, con la verdad y con el hombre.
Querido Miguel: muchas gracias por tu presencia, muchas gracias por tu obra...
Eduardo Matos Moctezuma
(Palabras pronunciadas el 22 de febrero en el homenaje a Miguel León-Portilla en la UNAM.)
Tomado de Arqueología Mexicana, núm. 138, p. 8.