El amaranto en el México prehispánico fue una de las principales plantas alimenticias empleadas tanto en el sustento diario como en la vida ritual.
Roberto García Moll, Rafael Fierro Padilla
Se identificaron 28 tipos cerámicos distintos.
Se han interpretado las siete cabezas que acompañan al tlatoani como sus colaboradores en el gobierno.
Aunque las fuentes describen esas celebraciones para la Cuenca de México, dejan ver que se efectuaban en todo el altiplano.
En las fiestas dedicadas a Huitzilopochtli las mujeres elaboraban una figura del dios con tzoalli, específicamente con michioauhtzoalli.
Estas plantas generalmente se comen en estadios tiernos, antes de la floración, cocidas en agua o fritas en salsa picante, y son productos de temporada ya que se desarrollan al inicio de la estación lluviosa.
Dos fiestas anuales atendían en especial a la veneración al Popocatépetl: tepeílhuitl o “fiesta de los cerros”, y atemoztli o “bajada del agua”.
El consumo del amaranto en la Nueva España disminuyó notablemente, tal vez por ser ajeno al gusto y usos culinarios de los españoles o por su horror al saber que la semilla tostada y reventada, de manera semejante a las palomitas de maíz, era mezclada con sangre de los sacrificados.
Entre las especies comestibles como hojas verdes, el amaranto es una de las más importantes. De ahí, que sea importante fomentar su cultivo, difundir sus propiedades y acrecentar su consumo y utilización.
Samuel Villela F.
Como parte de las creencias indígenas, los tzoalli representan una forma de continuidad cultural y son indicadores de la persistencia de una religiosidad que ha resistido los embates de la evangelización y de la modernidad.
La Comisión Científica en México se ubicaba en el contexto del expansionismo colonial característico de finales del siglo XIX.
Algunas semillas arqueológicas de amaranto han sido encontradas en los sedimentos prehispánicos del subsuelo de Tlatelolco, en ciertos inmuebles del Centro Histórico de la Ciudad de México.
Clásico Tardío Yaxchilán mantuvo importantes nexos políticos, que incluyeron lazos familiares, alianzas y contactos diplomáticos con ciudades del Petén como Calakmul y Motul de San José.
En documentos etnohistóricos del siglo XVI se aprecia la importancia que tenía el amaranto o huauhtli en la dieta de los pobladores del Altiplano Central de México.
La enorme fama de Angkor a lo largo de la historia reciente como un sitio monumental de magnífica factura le ha ganado un sitio muy sólido entre el turismo internacional.
Los amarantos a los que nos referimos en el texto son un género de plantas cuyo centro de origen es el continente americano, y pertenecen a la familia Amaranthaceae.
Entre 1904 y 1911 Edward Thompson realizó una serie de exploraciones en el Cenote Sagrado de Chichén Itzá, Yucatán.
Después de la conquista su cultivo fue proscrito y gracias a que algunos indígenas lo continuaron cultivando en zonas poco accesibles se conservó hasta nuestros días.
La historia del amaranto ha tenido sus buenas y malas épocas en México. Durante los tiempos previos al contacto con el Viejo Mundo era uno de los alimentos primarios más abundantes y objeto de tributo y comercio.
Llamado huauhtli en náhuatl, ahparie en purépecha, tez o xtes en maya, wa’ve para los wixáricas o guegui en rarámuri, es una planta que ha sido utilizada por múltiples generaciones de los pueblos originarios.
La cooperación de la Comisión Científica en México y la Comisión Científica, Literaria y Artística de México funcionó y se lograron resultados, como los planos de sitios como Teotihuacan, y Monte Albán.
En documentos del siglo XVI se aprecia la importancia que tenía el amaranto en la dieta del Altiplano Central. Los restos arqueológicos indican un uso todavía más extenso por parte de las poblaciones prehispánicas.
Hoy, que celebramos los 90 años de quien ha dedicado su vida a la investigación y a la formación de generaciones de estudiosos, vale la pena recordar algunas de los aportes realizados a lo largo de muchas décadas.
La revaloración del amaranto está muy ligada a su calidad nutricional y particularmente a la búsqueda de productos vegetales ricos en proteína, sin la grasa concomitante de las fuentes procedentes de animales.
"...el estudio de la cultura o civilización de las agrupaciones humanas que habitaron nuestro país antes de la Conquista es lo que, entre nosotros, se ha convenido en llamar Arqueología”
Los mesoamericanos clasificaron a los amarantos en silvestres y domesticados, en conjunto con algunos quelites y sobre todo con el huauhzontle y en algunos casos con la chía.
A pesar de que Chichén Itzá decayó como un centro importante, el cenote siguió siendo un lugar sagrado al que acudían distintos grupos a depositar sus ofrendas.
El intercambio de regalos fue una de las formas en las que se pusieron de manifiesto los vínculos políticos entre las diversas entidades mayas de las Tierras Bajas del sur durante el Clásico Tardío.
Samuel Villela F.
La elaboración de los tamales tzoalli (elaborados con amaranto y maíz tostado) se da, sobre todo, en las peticiones de lluvia.
El amaranto en el México prehispánico fue una de las principales plantas alimenticias empleadas tanto en el sustento diario como en la vida ritual. No hace mucho, el mundo lo redescubrió y quedó admirado de su gran valor nutricional.
Samuel Villela F.
Los tamales tzoalli cumplieron en el pasado una función ritual y simbólica, ya que la masa de tzoalli permitió la elaboración de ixiptla, figuras o esculturas de las deidades, objeto de culto.
La domesticación de los amarantos para producción de grano tuvo lugar en América tropical y se desarrollaron las especies A. cruentus, A. hypochondriacus y A. caudatus.