Los mesoamericanos clasificaron a los amarantos en silvestres y domesticados, en conjunto con algunos quelites (como se conoce a diferentes géneros de plantas comestibles cuando aún son tiernas) y sobre todo con el huauhzontle (Chenopodium nuttalliae) y en algunos casos con la chía (Salvia hispánica, Hyptis suaveolens). Esto ha causado confusión hasta el presente, pues comparten parcialmente la misma clasificación en algunas lenguas indígenas, en náhuatl, por ejemplo, huauhtli y huauhzontli.
La planta que hoy denominamos huauhzontle es además pariente muy cercano de la quinua (Chenopodium quinoa) de la zona andina, lo que ha aumentado el desconcierto pues también se le equipara, en algunos casos, con el amaranto o kiwicha del Perú. Parte de esta confusión se debe a que son plantas muy parecidas, con hermosas inflorescencias de brillantes colores (rojo, verde, amarillo, violeta) en la parte terminal de la planta, y gran concentración de semillas, por lo que eran un claro ejemplo de fecundidad. Ambas, amaranto y quinua, han sido valoradas como pseudocereales, debido a lo pequeño de su semilla, aunque poseen un alto valor proteico, por la abundancia de lisina, aminoácido esencial para el ser humano.
Tomado de Ana María Velasco Lozano, “Los cuerpos divinos. El amaranto: comida ritual y cotidiana”, Arqueología Mexicana, núm. 138, pp. 26-33