El triste y prematuro fallecimiento del arqueólogo Raúl Matadamas Díaz, investigador de tiempo completo del Instituto Nacional de Antropología e Historia en Oaxaca, nos confronta nuevamente con lo inexplicable. Arqueólogo por la Universidad Veracruzana y doctorante por la Universidad de Leiden, Países Bajos, deja un gran vacío en el ejercicio de la profesión, en la dinámica institucional, y en la vida de sus amigos y seres queridos.
Sus investigaciones de 25 años en la zona costera de Oaxaca, en el sitio Bocana del Río Copalita (Huatulco), mostraron la madurez de un científico comprometido con el pasado y presente de la región; ya que al igual que estudiaba las épocas arqueológicas de los monumentos y poblaciones prehispánicas del sitio, trataba de dar solución a la marginación histórica y económica de los pobladores actuales.
Las investigaciones hechas por Matadamas Díaz lo llevaron a transitar por diversos senderos de la arqueología oaxaqueña, adentrándose en regiones y sitios complicados de diferentes épocas, como en la Mixteca Alta, donde estudió Yucunama y delimitó Huamelulpan; además exploró las tumbas de Jaltepetongo. En la Cañada Cuicateca, región que llegó a entender como pocos, investigó Quiotepec, Teotitlán de Flores Magón, Tecomavaca, y recorrió arduamente sus montañas.
Raúl se adentró en el pensamiento indígena y logró comprender que para los pueblos cuicatecos y mixtecos existe una analogía entre el entorno geográfico y el cuerpo humano, “los cerros son la cabeza, las cordilleras son los cuerpos, las cañadas los pies, y la vegetación su piel eterna...”
Aunque dejó estudios truncos de etnohistoria para su doctorado por la Universidad de Leiden, sus conocimientos sobre códices cuicatecos, mixtecos y zapotecos demostraron su dedicación.
Como pocos, Matadamas fue un gran respetuoso de la vida institucional, honró a la arqueología y al INAH por sobre todas las cosas; su participación como Coordinador en Oaxaca y Chiapas de los proyectos Atlas Arqueológico (1987-88) e INAH-PROCEDE (1996-2000), y Proyecto Especial Monte Albán (1992) le forjaron una visión amplia e incluyente de la arqueología oficial, de la que a pesar de sus avatares fue un férreo defensor.
Sus tempranos estudios en Baja California le otorgaron su gran pasión por el buceo, el montañismo y el motociclismo, actividades que practicó profesionalmente . De esta manera, combinando la arqueología con estos deportes extremos, Raúl fue reconocido por sus amigos cercanos como un “todoterreno”.
Recordaremos a Raúl como un excelente compañero de trabajo y gran ser humano, en quien, a pesar de su aparente timidez, sus verdaderos amigos tuvimos el privilegio de encontrar a un hombre íntegro, enfocado, informado, y con un envidiable sentido del humor.
Imagen: Raúl Noé Matadamas Díaz. Foto: INAH.
Nelly M. Robles García. Arqueóloga por la ENAH, maestra en conservación de arquitectura prehispánica por la ENCRYM, doctora por la Universidad de Georgia, Estados Unidos. Especialista en los temas de Oaxaca, patrimonio mundial y conservación arqueológica. Miembro del Comité Científico-Editorial de esta revista.
Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:
Robles García, Nelly M., “Raúl Noé Matadamas Díaz”, Arqueología Mexicana, núm. 176.