LA ESCRITURA JEROGLÍFICA DE EL TAJÍN

Por: Erik Velázquez García

El sistema de escritura de El Tajín data de los siglos IX y X d. C. y desconocemos casi todo acerca de él, pues ignoramos qué idioma representa, no tenemos un texto bilingüe que haga las veces de Piedra Rosetta y contamos con escasos ejemplos de numerales, fechas, acciones y nombres propios de personas o lugares.

Los jeroglifos de El Tajín se restringen a un momento tardío de la ciudad, conocido como fase cerámica Isla B, que inició hacia 830 d. C. Los mismos textos también se acotan en el espacio, pues casi sólo se hayan vinculados con el Edificio de las Columnas. Los paneles 3 y 4 del Juego de Pelota Sur (imagen) tienen grafías que aparentan ser autónomas con respecto a la composición iconográfica y, por lo tanto, parecen ser ejemplos de escritura. Cherra E. Wyllie cree que ciertas referencias toponímicas halladas en otros tableros y fragmentos de la ciudad son también ejemplos de escritura.

El corpus que conservamos de este sistema es por tanto limitado. El número conocido de signos diferentes apenas oscila alrededor de unos 30. Es de suponer que como los sistemas mejor conocidos de Mesoamérica –el maya, el istmeño y el náhuatl– eran logofonéticos, igual cosa debió ocurrir en el resto de las tradiciones escritas de esa parte del mundo, dado que todas debieron haber derivado de un solo sistema original, probablemente de los tiempos olmecas. Si ello fue así, existen buenas posibilidades de que la escritura de El Tajín haya sido logosilábica, aunque en la actualidad no estamos en condiciones de descifrarla, debido a que el corpus es exiguo, no tenemos ningún texto bilingüe semejante a la Piedra Rosetta, ni sabemos con certeza qué idioma está representando. Lo más probable es que este sistema de escritura se haya plasmado sobre soportes orgánicos (hoy perdidos) y que sólo ha sobrevivido una muestra ínfima de jeroglifos, labrados sobre piedra o cerámica.

Signos numéricos y calendáricos
Los textos que conservamos de El Tajín se ubican en un periodo que va desde 830 u 850 d.C. hasta aproximadamente 1050, aunque Arturo Pascual cree que pudieron existir en siglos anteriores. El sistema numérico es el de barras y los puntos: un punto para representar unidades y la barra para conjuntos de cinco, pero no se conoce alguna grafía para “cero”, ni el empleo de posiciones. Sus alcances parecen limitarse al registro del calendario adivinatorio de 260 días, donde no se podían escribir numerales mayores a 13. La única posible excepción se encuentra en el panel 3 del Juego de Pelota Sur, donde tenemos la cifra 9 o 19, aunque ignoramos si se trata de una fecha del calendario de 365 días. Wyllie ha aventurado la sospecha de que los jeroglíficos que aparecen en los paneles 3 y 4 del Juego de Pelota Sur (imagen) parecen enlazar las acciones de los individuos, idea viable en virtud de que se ubican en medio de los personajes.

De los signos de los días se conocen los de cocodrilo, serpiente, venado, conejo, agua, caña, movimiento, así como ¿nube? o ¿flor? y algunos otros no bien identificados. Wilfredo Du Solier y Arturo Pascual descubrieron algunos fragmentos de vasijas que contienen una secuencia de días del calendario que, hoy sabemos, estaban vinculados con el ciclo de Venus. En ellos los numerales invaden parte del marco que los rodea.