Los primeros mexicanos en estudiar la historia del siglo XVI, en general, y la conquista de México, en particular, nacieron en las postrimerías del siglo XVIII e integraron la última ronda de lectores formados a la sombra de la Ilustración española. Es toda una generación de anticuarios –sobre la que aún pesa el enorme desarreglo político del país en las primeras décadas de su independencia–, la cual asumió la construcción de la antigüedad mexicana en nombre del patriotismo criollo. Uno de ellos, Carlos María de Bustamante, se empeñó en la construcción romántica de la figura de Cuauhtémoc.
Carlos María de Bustamante se metió de cabeza en la colección de treinta y dos volúmenes manuscritos en folio que al final del siglo xviii fray Manuel de la Vega integró para el virrey Revillagigedo, a quien interesaba formar la más completa historia antigua y moderna de América. Y con esta inmersión Bustamante tuvo suficiente para emprender sus exhumaciones y estudios.
Uno de sus primeros estudios lo tituló Galería de antiguos príncipes mejicanos, impreso en 1821, el cual cierra con el undécimo y último emperador mexicano (Bustamente, 1821). Bustamante sostenía ahí que hasta entonces los historiadores habían guardado silencio en torno a la “era mal hadada y funesta en que dio el último suspiro la aspirante libertad del Anáhuac”, una era que se podría ubicar entre el 12 de agosto de 152l, día en el que Cuauhtemotzin fue hecho prisionero, y su ejecución tres años y medio después, durante la expedición a Las Hibueras (Bustamente, 1821, p. 19).
“Por muerte de Cuitlahuatzin proclamaron los Mexicanos a Cuauhtemotzin hijo del emperador Ahuízotl”, escribió Bustamante en su vida breve del undécimo emperador –y el último de los aztecas, como luego lo llamó William H. Prescott, aunque esto aparecerá más adelante” (Prescott, 1843, lib. VII, cap. 3). Fue un príncipe grande, sigue Bustamante,
…y si la magnanimidad puede mostrarse en el exceso de la humillación, este mostró toda la suya luego que lo tuvo prisionero Cortés... “Quítame la vida” (le dijo cuando se le presentó tomándole la daga que ceñía en la cintura bañado todo en lagrimas), “quítamela ya, que no he tenido la dicha de morir por mi patria.... Sólo te encargo que cuides del buen trato de mi esposa”. Cortés se conmovió; pero aquella conmoción fue momentánea, pues su corazón avezado con la atrocidad y devorado rabiosamente por la infame sed del oro, era incapaz de gustar los dulces y puros sentimientos de la virtud. Hízole a poco atormentar juntamente con su ministro para averiguar dónde tenía oculto el tesoro de Axayac, aplicándole fuego a los pies; pero jamás pudo averiguar este secreto (Bustamente, 1821, p. 18).
La magnanimidad en la derrota y la entereza en el tormento colorearon dramáticamente el primer manto que Bustamante impuso sobre los días contados del ex monarca preso. En su viñeta añadió que Hernán Cortés mantuvo “en su compañía” a Cuauhtémoc, “hecho objeto de desprecio”, por cuanto tenía de oprobiosa la cotidiana exposición pública de un sujeto disminuido y cautivo, antes soberano, entero y libre, ejemplar recordatorio de la victoria de sus captores y del poder de estos sobre la vida y la muerte de los mexicas, y que cuando Cortés “emprendió su expedición a Honduras lo hizo ahorcar de un árbol, juntamente con otros Señores principales de México, Texcoco, Tacuba y otras partes en Acalán, imputándoles una conspiración, pues deseaba deshacerse de ellos” (Bustamente, 1821, p. 18).
Antonio Saborit. Historiador mexicano. Se ha desarrollado como investigador adscrito al Instituto Nacional de Antropología e Historia y ocupa el cargo de Director del Museo Nacional de Antropología.
Tomado de Antonio Saborit, “La construcción del héroe primigenio”, Arqueología Mexicana, edición especial, núm. 119, pp. 74-79.