Las tumbas de loma Santa Bárbara, Colima

Ma. Ángeles Olay Barrientos

Como resultado de dos rescates arqueológicos realizados sobre la margen derecha del río Colima, a la altura de la Hacienda Santa Bárbara, al norte de la ciudad de Colima, se localizó y exploró uno de los famosos panteones prehispánicos pertenecientes a la reconocida tradición de tumbas de tiro del Occidente mesoamericano.

En el primer rescate arqueológico, realizado en un predio del Colegio Inglés entre septiembre y octubre de 2002, se localizaron cuatro tumbas de tiro y cinco entierros (huecos excavados en el tepetate con ofrendas cuyas características formales son idénticas a las reportadas para las tumbas de tiro; pueden estar asociados o no a enterramientos).

En virtud de que los contextos funerarios parecían extenderse hacia el lindero norte del predio intervenido fue necesario realizar una segunda intervención en el área, ahora al suroeste del Fraccionamiento Residencial Esmeralda II, entre noviembre de 2002 y abril de 2003. En este sector se localizaron siete tumbas de tiro, seis entierros y una tumba de caja (delimitada con lajas de piedra).

En total se recuperaron contextos pertenecientes a 11 tumbas de tiro, 11 entierros y una tumba de caja. La importancia de esto no es menor dado el grado de deterioro en el cual se encuentra buena parte de los contextos arqueológicos de Colima, a causa de la oleada de saqueos que caracterizó al estado durante décadas. Se recuperaron cerca de 200 piezas de cerámica –completas e incompletas pero susceptibles de restauración–, algunas con elementos verdaderamente excepcionales. Si bien la mayor parte de las vasijas pertenecen a la fase Comala (100-500 d.C.), se encontraron objetos característicos de las fases Ortices (400 a.C.-100 d.C.) y Colima (500-650 d.C.). Además, se encontraron 140 figurillas sólidas completas y una cantidad indeterminada de figurillas fragmentadas. A su indudable valor como fuente de información derivada de la fidelidad con que se plasman acciones y se representan indumentarias y cuerpos, debe resaltarse que se recuperaron en contextos originales.

Al material cerámico se suma una colección de objetos líticos que incluyen poco más de 50 metates completos (alguno decorado) y objetos de piedra pulida de gran calidad. A pesar de que la obsidiana fue más bien escasa, la recuperada a lo largo de la excavación proporcionará valiosos indicios en relación con su lugar de origen y con ello habrá la posibilidad de conocer hacia dónde se dirigían las relaciones económicas de los pueblos prehispánicos que habitaron la región al inicio de nuestra era.

Respecto al material óseo en las diversas tumbas exploradas, aunque los restos humanos se encontraron en muy mal estado de conservación se recuperaron 35 entierros. La información obtenida es diversa e interesante, pues pueden hacerse hipótesis sobre la arquitectura formal de las tumbas (algunas de las cuales muestran gradas de acceso; tiros cortos; bóvedas pequeñas, medianas y grandes), sobre la evidente reutilización de algunas de ellas e incluso acerca de las diferencias a partir de las ofrendas y materiales asociados. Hasta ahora, una de las tareas más delicadas ha sido el minucioso proceso de restauración de las ofrendas recuperadas en cada contexto, pues su estado de conservación era en muchos casos bastante malo debido, en buena parte, a que la exploración se realizó en un periodo de intensas lluvias (incluso con la presencia del huracán Quena).

Otra variable que debe resaltarse es que a partir del análisis de la cerámica recuperada fue posible comprobar la existencia de un proceso de destrucción de materiales que incluía el “matado” de herramientas de piedra, vasijas y figurillas. En varias ocasiones se pudo recuperar gran parte de los fragmentos de esculturas o de vasijas. En suma, el análisis de la cerámica debió hacerse con minuciosidad; el restaurador Miguel Ángel Ortega en numerosas ocasiones encontró fragmentos faltantes de vasijas fracturadas e incompletas entre las bolsas de tepalcates analizadas.

En relación con la reutilización de tumbas (práctica reportada por Isabel Kelly) encontramos que la mayor parte de ellas parece corresponder –por la índole de sus materiales– a la fase Comala, aunque tres tumbas (4, 13 y 19) contenían materiales típicos de la fase Colima. Las diferencias se dieron no sólo en la naturaleza de las ofrendas sino incluso en la forma en la cual los accesos fueron sellados con muretes de piedra.

En suma, la importancia del hallazgo de este pequeño panteón funerario seguramente nos ofrecerá valiosa información sobre los contextos originales de la tradición de las tumbas de tiro en Colima. A partir de la organización de datos y materiales será posible realizar inferencias relativas al proceso ritual que den cuenta de las formas de organización social de estas comunidades, tan poco conocidas, a partir de contextos arqueológicos no alterados por el saqueo.

Ma. Ángeles Olay Barrientos. Centro INAH Colima

Noticia completa tomada de Ma. Ángeles Olay Barrientos, “Excepcional hallazgo en Colima. Las tumbas de loma Santa Bárbara”, Arqueología Mexicana, núm. 66, pp. 16-17.