Somos exhumadores del tiempo que fue

Eduardo Matos Moctezuma celebra 80 jubilosos años

El descubrimiento más trascendental de Eduardo Matos Moctezuma, ha sido el de sí mismo; en una especie de reinvención continua, cada una de sus etapas vitales estuvo marcada por el distanciamiento con algún aspecto, primero fue la religión, siguió la familia, después el poder y, más tarde, el despojo de lo superfluo. Ahora, a sus 80 años, el arqueólogo dice estar preparado para el quinto rompimiento: la muerte, misterio al que ha dedicado gran parte de su obra.

Así lo comentó a la narradora y ensayista Silvia Molina, en el homenaje que por estas ocho décadas de vida le rindió la Academia Mexicana de la Lengua (AML), de la cual es miembro de número. Aludiendo a Marcel Proust, el investigador emérito del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), expresó que el arqueólogo, al igual que aquellos dedicados al estudio del pasado, “anda en busca del tiempo que ya no es, cuando excavas penetras en el tiempo, llegas a otros hombres, a otras culturas, a otras sociedades. Somos exhumadores del tiempo que fue”.

Matos, quien acompañado de un equipo interdisciplinario en 1978 dio inicio al Proyecto Templo Mayor (PTM), el cual permitió conocer y exponer, capa por capa, las ruinas de la pirámide principal de la antigua México-Tenochtitlan, expuso que el encuentro mismo con estos vestigios implica “romper, en cierto sentido, con el pensamiento occidental en que hemos sido formados, cuyos valores —con excepción de la egipcia— difieren de los que manejaban otras de las culturas originarias, caso de Mesoamérica.

“La vida y la muerte forman parte de una misma moneda, que es clave para entrar en el pensamiento prehispánico, Templo Mayor refleja, en sí mismo, esa idea. Era un pirámide dual, en la que por un lado se encontraba Tláloc, la vida; y del otro, el dios Huitzilopochtli, la guerra, el sacrificio, en pocas palabras, la muerte. El pueblo mexica dependía de ambos aspectos, la agricultura y la conquista militar, para su sobrevivencia”. En la conversación transmitida por las redes sociales de la AML, Eduardo Matos profundizó en la dualidad que integra al científico sensible:

“Me hubiera gustado ser poeta. Ahora, ¿lo soy?, no me atrevería a calificar de poesía algunos pensamientos que he escrito, tengo demasiado respeto a los poetas, porque en una sola frase son capaces de explicar el mundo. Lo cierto es que la poesía, empezando por Rainer Maria Rilke, me ha abierto horizontes increíbles”, señaló, El arqueólogo insistió en que rompimiento es creación. Para él eso representa el centauro, criatura mitológica con la que se siente identificado, como también le atraen los personajes transgresores, seres que siempre están en búsqueda de sí mismos, creados por Franz Kafka, Hermann Hesse y Thomas Merton, de este último recordó La montaña de los siete círculos. Por el lado de la profesión, Manuel Gamio ha sido su guía por su visión integral de la antropología, de la que dejó constancia en La población del valle de Teotihuacan; también reconoció al arqueólogo Leonardo López Luján como su mejor discípulo, de ahí que a él encomendó la continuidad del PTM, iniciativa que a más de cuatro décadas sigue brindando un “nuevo rostro del mexica”.

“Eduardo, ¿estás viviendo tu quinto sol?”, le preguntó Silvia Molina. “Podríamos decir que con 80 años encima y ya rumbo al 81, quizá, voy por ese quinto sol, el cual, por cierto —se dice en los Anales de Cuauhtitlan—, también perecerá por temblores, entonces solo estoy esperando a que suene la chicharra de la esquina para saber si ha llegado el momento”, dijo jocoso el investigador.

El presidente de la Academia Mexicana de la Lengua, Gonzalo Celorio, junto a otros miembros de la misma, como Felipe Garrido, Fernando Serrano Migallón, Ascención Hernández Triviño, Patrick Johansson, Javier Garciadiego, Rodrigo Martínez Baracs, Natalio Hernández y Sara Poot Herrera, además de Patricia Ledesma Bouchan, directora del Museo del Templo Mayor, se sumaron con entusiasmo a esta conmemoración por la vida de Eduardo Matos Moctezuma, a quien reconocieron como un ser observador, disciplinado, riguroso, crítico, solidario y divertido.

Con información de la Dirección de Medios de Comunicación del INAH.