Muchos caracoles pequeños, hallados fragmentados en contextos arqueológicos, muestran huellas de uso que sugieren su función como instrumentos de viento. Mediante la arqueología experimental se ha podido replicar, explorar su sonido y su posible empleo como reclamos, es decir, instrumentos de viento utilizados en la cacería, los cuales emulan el sonido de diversos animales para atraerlos y de esta manera facilitar su captura, utilizados en prácticas de cacería por los mayas antiguos.
Los aerófonos son instrumentos musicales que producen sonido gracias al aire. En lugar de usar cuerdas o membranas como otros artefactos, lo que vibra y produce sonido en ellos es el aire que pasa por dentro del cuerpo hueco.
Estos artefactos están presentes en diversas culturas, tienen gran variedad de formas y tamaños, y los comúnmente encontrados en contextos arqueológicos son: flautas, ocarinas, silbatos y trompetas; los tres primeros principalmente elaborados en cerámica. En el caso de las trompetas, es común hallarlas hechas a partir de las conchas de grandes gasterópodos, como los caracoles rosados (Aliger gigas), rojo o chacpel (Triplofusus giganteus) y el negro o tomburro (Turbinella angulata).
Las trompetas se elaboran mediante la supresión por percusión y desgaste de las primeras vueltas de la espira del caracol; esta modificación crea una abertura o boquilla por la que se sopla aire. Al atravesar esta zona estrecha, el aire incrementa su velocidad, generando una vibración en las moléculas que producen el sonido. Esta vibración recorre las cámaras internas del caracol, las cuales funcionan como una caja de resonancia natural, amplificando el sonido, que finalmente emerge por la abertura natural de la concha.
En términos de instrumentos sonoros, entre los materiales analizados por el Instituto Nacional de Antropología e Historia, en el Laboratorio de Zooarqueología del Proyecto de Salvamento Arqueológico Tren Maya, sobresalen los aerófonos de tamaño pequeño.
Hasta el momento se han registrado 17 aerófonos en contextos arqueológicos, en cuatro de los siete tramos del Tren Maya (2, 3, 6 y 7). Algunos de estos objetos se recuperaron dentro de rellenos constructivos y otros asociados a contextos específicos, relacionados con ritos fundacionales.
Mediante la arqueología experimental se ha replicado el sonido de este tipo de instrumentos de viento, para aproximarse a las notas o frecuencias sonoras que los mayas antiguos intentaban alcanzar al elaborar dichos artefactos.
Juan Jesús Guadalupe García Ramírez. Arqueólogo por la ENAH, donde se formó en el Laboratorio de Tecnologías Prehispánicas. Especialista en materiales líticos, arqueología experimental y etnoarqueología. Ha trabajado en la divulgación científica y recreación de artefactos bélicos prehispánicos. Participa en el Proyecto de Salvamento Arqueológico del Tren Maya.
Marisol Arce Acosta. Bióloga marina por la Universidad Autónoma de Baja California Sur, y maestra en ciencias por el CICIMAR-IPN. Forma parte del Proyecto de Salvamento Arqueológico del Tren Maya, como responsable del Laboratorio de Zooarqueología.
Manuel Eduardo Pérez Rivas. Doctor en estudios mesoamericanos por la UNAM, y profesor investigador de la Dirección de Salvamento Arqueológico del INAH. Responsable académico del Proyecto de Salvamento Arqueológico del Tren Maya.
Tomado de Juan Jesús Guadalupe García Ramírez et al., “Sonidos de conchas rotas, instrumentos de viento inesperados”, Arqueología Mexicana, núm. 193, pp. 88-93.