Palabras pronunciadas por vía remota el 21 de noviembre de 2024 en el homenaje que el Institut d´Estudis Catalans llevó a cabo en honor del doctor Bosch Gimpera en Barcelona, con motivo del 50 aniversario de su fallecimiento en la Ciudad de México.
Hoy recordamos la presencia de don Pére Bosch Gimpera a 50 años de su fallecimiento. La iniciativa para conmemorar la ausencia de tan distinguido académico, que fuera rector de la Universidad de Barcelona, es loable y nos lleva a evocar la importancia que tuvo no sólo como universitario sino como investigador destacado a nivel internacional. En esta breve presentación no voy a enfatizar sus muchos méritos, ya que seguramente de ellos hablarán quienes tomen la palabra en este memorable evento. Pondré especial atención en lo que don Pére significó para México y en particular para mí, que tuve la fortuna de conocerlo.
La Guerra Civil española trajo, como ocurre con todas las guerras, muerte, desolación, hambre, injusticias, en fin, toda una serie de calamidades que llevaron a extremos impresionantes. Sin embargo, hay uno de ellos que marca de manera perenne a quienes las padecen: el tener que dejar su tierra natal, su familia y los paisajes con los que vivieron durante muchos años. Llegar a nuevas tierras que les son ajenas y a las que tendrán que adaptarse y vivir con la nostalgia de lo perdido. Todo eso ocurrió, como bien sabemos, a partir de 1939. México fue uno de los países que abrió sus puertas y su corazón para que llegaran miles y miles de trasterrados. La importancia de este éxodo es que, entre los recién llegados, venían hombres y mujeres que, junto con su persona, traían a cuestas su sabiduría que pronto se abrió paso en los recintos de investigación y docencia: médicos, filósofos, literatos, historiadores y muchos otros que del saber habían hecho su razón de ser, y vertieron su conocimiento en las jóvenes generaciones que se formaban en las aulas. Entre ellos se encontraba un personaje singular: don Pére Bosch Gimpera.
La importancia de su presencia en mi país es de sobra conocida. Incorporado en principio a El Colegio de México y poco después a la Universidad Nacional Autónoma de México, su destacada figura no pasó desapercibida y viajó por varios países. Los reconocimientos no se hicieron esperar y fue distinguido con premios y condecoraciones que así premiaban su labor docente e investigativa. Daba conferencias, publicaba libros, orientaba a quienes a él se acercaban en busca de consejo, en fin, que marcó precedentes que hoy en día se recuerdan los que tuvimos el privilegio de compartir su sabiduría. Fui alumno de don Pére allá por 1962 en la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Nos daba el curso de “Prehistoria del Viejo Mundo” y lo recuerdo llegar con un enorme maletón repleto de libros y bajo el brazo mapas que mostraría durante la clase. Siempre iba acompañado de un enorme habano que sólo dejaba poco antes de comenzar su disertación. Allí conviví con el vaso campaniforme, con la costa francocantábrica y con el problema indoeuropeo. Cuando llegó el momento de mi recepción profesional en 1965, no tuve la menor duda en solicitarle que presidiera el jurado. Con su habitual bondad, aceptó de inmediato.
Hombre de principios, jamás perdió su pasión por las mejores causas y hasta el último momento guardó lealtad a los valores y principios que lo habían guiado a lo largo de su vida y que, en algún instante, lo llevaron a dejar su país. Nunca olvidó a su natal Cataluña y por esa razón, en la entrada del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM se encuentra su busto en el que se aprecia el rostro del maestro y debajo se lee “Pére Bosch Gimpera, homo catalanensis”.
En la portada del artículo vemos una reprografía de Pére Bosh Gimpera. BNAH.
Tomado de: Eduardo Matos Moctezuma (2025) Don Pére Bosch Gimpera a 50 años de su fallecimiento, Arqueología mexicana, edición regular 192, p. 11.