Cuando nos planteamos esta edición nos propusimos que fuera una que sirviera, a los lectores habituales, de guía temática de los contenidos de estos 25 años, y que invitara a aquellos que hacen sus primeros acercamientos a estas páginas –que sabemos son mayoritariamente jóvenes– a profundizar en las ediciones anteriores. Pero no sólo se da cuenta de la amplitud de los temas que hemos tratado y de su complejidad, esta edición sirve también, en virtud de su estructura y el manejo de los contenidos, como un resumen sobre la arqueología y la historia prehispánica de México. En este sentido se suma a dos ediciones especiales, la 5 y la 34, que expresamente estaban dirigidas a servir de apoyo en la enseñanza en las escuelas. No es un asunto menor, pues la difusión en los mejores términos y al mayor público posible de los resultados de las investigaciones arqueológicas, históricas y antropológicas, está en la esencia misma de esta revista.
Hay que tomar en cuenta que si la difusión es un asunto fundamental en cualquier rama de la ciencia, en el caso de la arqueología lo es aún más, pues de ello depende la sobrevivencia misma de los restos arqueológicos. Éstos, al ser parte de un entorno en constante transformación, se encuentran en permanente peligro y con frecuencia son destruidos, con lo cual se pierde de manera irremediable información valiosa. Aunque los factores que provocan ese deterioro son múltiples y de diversa índole, un elemento persistente en la ineficacia para ya no sólo impedir sus efectos sino paliarlos, está en la ignorancia sobre la naturaleza de los bienes arqueológicos y su importancia. Conocerlos y valorarlos es indispensable para su protección, investigación y, si se quiere, su disfrute.
Aunque las páginas de la revista a lo largo de estas dos décadas y media así lo reflejan, no está de más insistir en que para los fines del conocimiento de una sociedad son tan importantes las grandes obras como los más simples objetos. Por ello el lector encuentra en esas páginas lo mismo imágenes de creaciones complejas y atrayentes –deslumbrantes, por qué no– que sencillos fragmentos de cerámica como partes todas igualmente importantes de un mismo entramado cultural.
La edición que usted, nuestro amable y querido lector, tiene ante sí, es una de celebración –pues cumplimos 25 años, que no son pocos–, pero sobre todo de agradecimiento a usted y a todos los que nos han acompañado en esta aventura. No por bien sabido es menos cierto que aunque son múltiples los factores que determinan el éxito o fracaso de una publicación, el principal es aquel que tiene que ver con su aceptación; bien dicen que revista que se lee no muere. Nosotros hemos contado con esa fortuna, la de una sostenida comunión con nuestros lectores, desde que aquellos 25 700 ejemplares del primer número fueron tan bien recibidos. Uno de nuestros orgullos está no sólo en que contamos con un amplio y fiel público, sino que éste encuentra la manera de hacernos saber sus inquietudes –por ejemplo, agotando con más rapidez de la usual alguna edición o haciéndonos llegar sus comentarios– y guiándonos así en la elección de los temas. En esta elección es fundamental la participación de nuestro Comité Científico-Editorial y de nuestro, por fortuna, nutrido Consejo de Asesores, al ser todos sus miembros investigadores de reconocido prestigio y al tanto de lo que acontece en sus respectivas áreas.
Enrique Vela. Arqueólogo por la ENAH, editor, desde hace 30 años trabaja en el ramo editorial.
Vela, Enrique, “Sobre esta edición”, Arqueología Mexicana, edición especial núm. 82, pp. 14-19.