Por aquellos años (entre 1877-1911) siguieron llegando al país personalidades que dejaron su huella en las expresiones artísticas y en la fotografía. Es el caso de una mujer y artista excepcional, Adela Breton, los arqueólogos Teobert Maler y Alfred Maudslay, y estudiosos como Eduard Seler, especialista en religión antigua. A Zelia Nutall se debe el estudio interpretativo del códice que lleva su nombre, cuyo facsimilar se elaboró en 1902 y se encuentra en el Museo Peabody de la Universidad de Harvard. El caso de Breton es singular: pisa suelo mexicano en 1893 y recorre buena parte del país acompañada de un cuaderno de dibujo, una cámara fotográfica y sus pinturas. Hizo dibujos y pintó acuarelas de un sinnúmero de edificios y esculturas de sitios como Teotihuacan, estado de México; Tula, Hidalgo; El Tajín y Cempoala, Veracruz; Mitla y Yagul, Oaxaca, y antes de salir de Inglaterra hacia México se entrevistó con el mayista Alfred Percival Maudslay, quien le sugirió visitar Yucatán, donde fue a Chichén Itzá, Uxmal, Aké y Acanceh. Un buen ejemplo de su capacidad como artista, entre los muchos que podríamos citar, es el edificio de Los Nichos de El Tajín, del que nos dejó una acuarela que impresiona por los detalles, así como la fotografía del Templo de los Jaguares de Chichén Itzá, coloreada por ella.
Imagen: Acuarela de Adela Breton de la Pirámide de los Nichos, Tajín, 1884. Reprografía: Marco Antonio Pacheco / Raíces. Adela Breton con su guía nativo, Pablo Solorio. Chichén Itzá, Yucatán. Bristol Museum and Art Gallery. Reprografía: Arturo Gómez.
Eduardo Matos Moctezuma. Maestro en ciencias antropológicas, especializado en arqueología. Fue director del Museo del Templo Mayor, INAH. Miembro de El Colegio Nacional. Profesor emérito del INAH.
Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:
Matos Moctezuma, Eduardo, “El porfiriato (1877-1911)”, Arqueología Mexicana, edición especial, núm. 100, pp. 50-55.