El valor biológico del ámbar es invaluable: se trata un repositorio natural que preserva inclusiones orgánicas de vida ancestral; es como un “cofrecito” que guarda una detallada información sobre extinciones, paleoambientes y disturbios climáticos del pasado geológico del planeta. Desde la época prehispánica –cuando tenía un gran valor–, en México se le encuentra en regiones del estado de Chiapas.
Una fotografía es una imagen detenida en el tiempo; si tomamos una fotografía del mosquito que ahora mismo ronda en la habitación donde escribo esto, tendríamos una evidencia directa de la vida del mosquito en el simple espacio y tiempo de este día, evidencia de la existencia del mosquito que sería, sin embargo, intangible.
En paleontología, el ámbar funciona como un medio que preserva la existencia de la vida antigua como imágenes atrapadas en el tiempo. Pero estas evidencias son tangibles, fidedignas, perpetuas. La preservación es única, lo que permite analizar los tejidos y la composición química del mosquito, y estudiar el fenómeno de la vida del mosquito, ese mosquito que habitó millones de años atrás en un ambiente de la Tierra hoy extinto, lo que permite explicar el complejo fenómeno de la vida en el planeta.
Valor cultural
El ámbar es una resina vegetal fósil, su estructura es la de un polímero formada por azúcares, compuestos volátiles (alcoholes) y ácidos orgánicos que se cristalizan a temperatura ambiente. La polimerización de la resina vegetal puede suceder en minutos o llegar a tardar varias horas. Algunas plantas producen resina, la cual es un medio viscoso que funciona como mecanismo de defensa contra el ataque de otros organismos (microbios, insectos) y como respuesta a fluctuaciones ambientales. La fosilización de la resina es una clase de maduración fisicoquímica que afecta su estructura y composición: la endurece, deshidrata, oxida y condensa, lo que la hace perder sus compuestos volátiles, que provoca que se cristalice y convierta en ámbar. Esto ocurre en depósitos de abundante carbón orgánico asociado a los restos de la masa vegetal de antiguas biotas tropicales.
Son contados los depósitos geológicos con ámbar del planeta, y entre los más conocidos destacan los de España y el mar Báltico en Europa, los del Líbano en Medio Oriente, y en América, los de Nueva Jersey, República Dominicana y México (Chiapas). Diferentes sociedades le han asignado al ámbar un alto valor cultural; desde la antigüedad se le ha colectado y codiciado, tanto por su belleza cautivadora como por un supuesto atributo mágico y curativo. Existe una amplia literatura arqueológica y antropológica basada en los hallazgos de los productos manufacturados con ámbar.
Riquelme, Francisco, “Ámbar. La vida inmóvil”, Arqueología Mexicana, Núm. 115, pp. 82-87.
• Francisco Riquelme. Paleontólogo. Candidato a doctor en ciencias biológicas (UNAM). Se especializa en paleontología molecular y arqueometría.
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