Ramón Carrasco Vargas
En estos 20 años, las investigaciones han permitido conocer la historia de los antiguos habitantes de Calakmul y de la cultura maya, lo cual no hubiese sido posible sin el apoyo de decenas de actores: arqueólogos, restauradores, epigrafistas e investigadores de distintas disciplinas que aportaron y siguen aportando sus conocimientos para hacer de Calakmul un sitio con patrimonio mundial de valor excepcional.
En 1992 tenía a mi cargo el proyecto arqueológico de Kabah, sitio localizado en la región Puuc, en la península de Yucatán, que se remonta por lo menos al periodo Clásico Temprano. Era un proyecto que planteaba retos y por ello resultaba muy atractivo, ya que debíamos intervenir uno de los edificios más emblemáticos del sitio, el llamado Kodz Poop. Durante la excavación, encontramos en el lado sur del edificio uno de los pocos ejemplos en que se podía aplicar el concepto de anastilosis (reintegración de un muro o fachada colapsada a su posición original). La fachada del edificio se había colapsado aunque conservó casi toda su decoración en su posición original. Como parte del proyecto, planteamos la reintegración de la fachada norte, la cual había sido intervenida en los cuarenta del siglo pasado por el arqueólogo Ponciano Salazar. Uno de los logros de ese año fue que el gobierno del estado declarara a Kabah patrimonio de Yucatán.
Hacia finales de ese año recibí una llamada del Dr. Enrique Nalda, quien me proponía que me hiciera cargo del Proyecto Calakmul. Sin duda fue una propuesta inesperada y le respondí que me dejara pensarlo: el proyecto Kabah se había convertido para mí en un reto y me interesaba concluir la reintegración de la fachada norte y documentar los hallazgos que encontramos. No tuve oportunidad de pensarlo, el Dr. Nalda me dijo: lo aceptas o lo dejas, y decidí embarcarme en un nuevo proyecto que prometía mucho, contaba con recursos y me daba la posibilidad de trabajar en la región del Petén, donde no había tenido la posibilidad de investigar hasta ese momento de mi carrera profesional.
Mi primera visita a Calakmul fue en helicóptero, a principios de 1993. La señal para indicarnos que ya nos encontrábamos en el área era un pañuelo rojo atado en una estaca en lo alto de la Estructura I. Descendimos en un espacio donde acababan de cortar la maleza e hicimos el recorrido por el área para darnos una idea de lo que sería el futuro proyecto. Entre las decisiones que debería tomar en ese momento estaban la ubicación del campamento y las estructuras a intervenir, que se encontraban inmersas en la selva del Petén. Con antelación me habían informado que la Estructura II sería intervenida por el equipo de la Universidad de Campeche.
Durante el recorrido de esta primera visita comprendí que uno de los aspectos centrales de mi trabajo en Calakmul estaría ligado a la conservación del entorno natural en que se encontraba la ciudad, porque formaba parte de su historia. El trabajo arqueológico debía apegarse en lo posible al concepto de reserva ecológica de una selva tropical, la cual cuenta con una alta diversidad biológica.
El proyecto, en una zona de alta biodiversidad y con vestigios arqueológicos, requería de formar un equipo de investigadores, por lo que propuse a tres de los miembros del Centro INAH Campeche. Lo anterior implicó integrar como parte del proyecto las zonas arqueológicas de Balamkú y Nadzca’an. La primera se integró por la presencia de un friso modelado y policromado, encontrado como resultado de un saqueo, el cual se intervino parcialmente. El interés por reintervenirlo fue para poner en práctica el concepto de reintegración volumétrica y así crear una cubierta que protegiera al friso del intemperismo y no rompiera con el entorno urbano. Esta propuesta realizada en Balamkú me surgió cuando se encontraron los murales de Cacaxtla, es decir, la búsqueda de nuevas formas de protección de hallazgos arqueológicos como los mencionados.
Un mes antes de iniciar el proyecto, las personas que invité a trabajar en el Proyecto Calakmul me comunicaron que no participarían. Esto me llevó a modificar la propuesta original, la cual comprendía la intervención de las estructuras IV, V, VI, VIII y IX. Al principio tomé la decisión de iniciar los trabajos en las estructuras IV, V y VIII; las dos primeras presentaban grandes saqueos, lo que permitió tener una cronología de la arquitectura y sus características, y apoyado con la información del análisis cerámico, se pudo identificar que la zona tuvo una ocupación desde finales del baktún 7 (354 a.C.) hasta el baktún 10 (830 d.C.).
Primeros trabajos
Las excavaciones en la Estructura IV aportaron información abundante, no sólo en cuanto a cronología arquitectónica y cerámica sino también en varios aspectos relacionados con prácticas rituales y funerarias, así como sobre la actividad pública asociada a la construcción, modificación de grandes obras arquitectónicas y ceremonias dedicatorias y ritos propiciatorios. En el edificio central de la Estructura IV (IV-B), donde se iniciaron los trabajos arqueológicos, se rescató la secuencia más larga de rituales asociados a una actividad constructiva. La estratigrafía arquitectónica reveló una importante serie de entierros y “escondites” que abarcaban desde mediados del baktún 8 (250 d.C.) hasta el baktún 10 (830 d.C.).
Los hallazgos obtenidos en la excavación de la Estructura IV-B correspondían a dos sub-complejos rituales. Los escondites, que tenían un carácter dedicatorio, consistieron en ocho ofrendas de grandes platos de paredes evertidas colocadas borde contra borde, que contenían materiales marinos o cabezas de mujeres decapitadas. La variante de escondites con esqueletos probablemente tenía un fin propiciatorio. En la Estructura IV-B se encontraron los esqueletos de tres mujeres; dos colocados en el eje este-oeste del edificio y asociados a una etapa constructiva y el tercero estaba relacionado con una actividad de carácter funerario. Además se localizaron dos tumbas: una estaba vacía y la otra fue destruida parcialmente al construirse la primera, y su contenido cerámico y óseo fue depositado en oquedades acondicionadas en el relleno constructivo.
La Estructura V sólo aportó información de carácter arquitectónico, y se pudo establecer una secuencia que abarca desde el baktún 7 (354 a.C.) hasta más allá del baktún 10 (1000 d.C.); la arquitectura de la fase final estaba asociada al norte de la península de Yucatán.
Los hallazgos mencionados son una parte de los que se realizaron en el primer año y medio del proyecto, en el cual han colaborado muchos investigadores. Al mes o dos de haber iniciado las investigaciones en Calakmul se unieron a los trabajos tres arqueólogos españoles que conocí en un congreso en España y una joven inglesa que iniciaba sus estudios de arqueología. El análisis de los materiales cerámicos estuvo a cargo de la arqueóloga Sylviane Boucher. A partir de 1994 ya contaba con arqueólogos y una arquitecta, que contribuyeron a ampliar las investigaciones en las estructuras VIII, XI (juego de pelota) y XIII.
Al terminar el sexenio (1994) concluyeron los grandes proyectos de arqueología, de los cuales Calakmul realmente nunca formó parte, aunque siempre contamos con el apoyo del gobierno del estado. Este apoyo permitió reiniciar las investigaciones en 1996, las cuales continúan hasta la fecha. En esta nueva etapa se continuó con los mismos principios propuestos desde el inicio. No obstante, era necesario tener una visión y un diseño de investigación de conjunto, por lo que los trabajos se centraron principalmente en la Plaza Central y la Gran Acrópolis, dos espacios urbanos que le dan a esta gran urbe su sello particular. Durante el proceso de investigación se consideraron las áreas que nos permiten acercarnos a las formas de vida de sus habitantes, por lo que también se han realizado trabajos arqueológicos en conjuntos residenciales y habitacionales. Los objetivos iniciales del proyecto se mantienen pero han tenido que irse adaptando a lo largo del tiempo conforme el trabajo arqueológico lo requiere. Este proceso de investigación ha enriquecido de manera sustancial los avances en las investigaciones y los descubrimientos, aportado nuevos datos que nos permiten tener una nueva visión de la cultura de los antiguos mayas.
En los inicios del proyecto, la incorporación de Balamkú como parte de nuestra investigación tuvo el propósito fundamental de proponer una solución y una nueva visión de la conservación de restos arqueológicos con pintura mural o decoración modelada, al concebir a la cubierta que los protege como parte integral del paisaje urbano. La propuesta se fundamenta en la reintegración volumétrica de la ultima fase constructiva del edificio. Como principio, tanto en el proyecto Balakmú como en el de Calakmul se busca ante todo conservar los restos del pasado en las condiciones adecuadas, tratando de respetar no sólo el monumento y las obras de arte sino también a su entorno urbano y natural.
Por lo tanto, una de las preocupaciones principales del proyecto a lo largo estos 20 años de trabajos es el de la conservación, tanto arqueológica como del medio ambiente, que se refleja en el tratamiento que se ha dado a los espacios abiertos, así como a los restos arqueológicos.
Ramón Carrasco Vargas. Arquitecto, arqueólogo y museógrafo. Director del Proyecto Arqueológico Calakmul, Campeche.
Carrasco Vargas, Ramón, “Calakmul a 20 años de haber empezado una aventura en el Petén campechano”, Arqueología Mexicana núm. 128, pp. 24-27.
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