El Caballito en el Zócalo

Ángeles González Gamio

“El Caballito”

Cuando se convocó a Manuel Tolsá para presentar el proyecto de la escultura de Carlos IV, alrededor de 1795, ya tenía un prestigio bien cimentado. Sin embargo, a mediados de 1796 en que inició los trabajos de la escultura de Carlos IV. Tres años tuvo que esperar Tolsá para que se lograra reunir todo el metal que requería la fundición de la colosal escultura. Mientras tanto, realizó el esculpido de la pieza definitiva utilizando como modelo un brioso caballo llamado “el Tambor”, que pertenecía al marqués de Jaral de Berrio.Cuando quedó listo el inmenso molde, el 2 de agosto de 1802, se encendieron dos grandes hornos de carbón, el molde se recalentó para vaciar la cera del interior y a las seis de la tarde inició el vaciado del metal; 15 minutos más tarde había concluido la trascendente hazaña. Era la escultura de una sola pieza más grande que se había fundido nunca en tierras americanas.

Cinco días esperó impaciente Tolsá para que se enfriara el molde: el vaciado era un éxito ya que el bronce lo había llenado en su totalidad. Se practicó un orificio en la grupa para extraer el sobrante y se cuenta que por ahí penetraron 25 hombres para probar la magnitud de la obra. Esta “prueba” hizo que en una época el pueblo le llamara “el caballito de Troya”, que finalmente terminó simplemente en “el caballito”. La soberbia escultura representa a Carlos IV ataviado como emperador romano, montado en un poderoso caballo en marcha. Guarda perfecta armonía y equilibrio entre el animal y el jinete. Se le considera una de las estatuas ecuestres más logradas del mundo. Cabe señalar que afortunadamente ya pocos recuerdan que el hermoso monumento representa a Carlos IV, mediocre monarca de triste memoria. Para el pueblo es simplemente “El Caballito”, uno de los iconos más queridos de los capitalinos. Asimismo, poco se conoce, ya que no se alcanza a ver, que la pata trasera derecha está pisando el águila y el carcaj, símbolos del imperio mexica.

... La estatua ecuestre definitiva fue colocada en 1803 y permaneció en ese sitio hasta 1823.

Imagen: José Joaquín Fabregat hizo en 1797 un hermoso grabado, basado en un dibujo de Rafael Jimeno y Planes, en el que se ve cómo quedó alojada la escultura. De ese dibujo se hicieron interpretaciones, como la que apareció en 1815 en París. Vue de la Grande Place a Mexico, 1815. Grabado a tinta y acuarela. Digitalización: Raíces. Tomado de Lombardo, 1997.

 

Ángeles González Gamio. Licenciada en derecho, UNAM. Cronista del Centro Histórico. Colaboradora del periódico La Jornada. Autora de nueve libros y de una obra de teatro sobre Josefa Ortiz de Domínguez.

Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:

González Gamio, Ángeles, “Carlos IV en el Zócalo y la Constitución de Cádiz”, Arqueología Mexicana, núm. 116, pp. 50-55.

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