El Quinto Sol

El nombre de este Sol es naollin (4 movimiento). Éste ya es de nosotros, de los que hoy vivimos. Esta es su señal, la que aquí está, porque cayó en el fuego el Sol en el homo divino de Teotihuacan. Fue el mismo Sol de Topiltzin (nuestro hijo) de Tollan, de Quetzalcóhuatl. Antes de ser este Sol, fue su nombre Nanáhuatl, que era de Tamoanchan. Águila, tigre, gavilán, lobo; chicuacen écatl (6 viento), chicuacen xóchitl (6 flor); ambos a dos son nombres del Sol. Lo que aquí está se nombra teotexcalli (horno divino), que cuatro años estuvo ardiendo. Tonacateuctli (el Señor de nuestra carne y Xiuhteuctli (el Señor del año) llamaron a Nanáhuatl y le dijeron: "Ahora tú guardarás el cielo y la tierra." Mucho se entristeció él y dijo: "¿Qué están diciendo los dioses? Yo soy un pobre enfermo." También llaman allá a Nahuitécpatl; éste es la Luna. A éste lo citó Tlalocanteuctli (el Señor del paraíso), y asimismo Napateuctli (cuatro veces Señor). Luego ayunó Nanáhuatl. Tomó sus espinas, y sus ramos de laurel y silvestre (acxóyatl); consigue que la Luna le provea de espinas. Primeramente Nanáhuatl se sacó sangre en sacrificio. Después se sacrificó la Luna: sus ramos de laurel son plumas ricas (quetzalli); y sus espinas, chalchihuites, que inciensa. Cuando pasaron cuatro días, barnizaron de blanco y emplumaron a Nanáhuatl; luego fue a caer en el fuego. Nahuitécpatl en tanto le da música con el tiritón de frío. Nanáhuatl cayó en el fuego, y la Luna inmediatamente fue a caer sólo en la ceniza. Cuando aquél fue, pudo el águila asirle y llevarle. El tigre no pudo llevarle, sino que le saltó y se paró en el fuego, por lo que se manchó; después ahí se ahumó el gavilán y después se chamuscó el lobo: estos tres no pudieron llevarle. Así que llegó al cielo, le hicieron al punto mercedes Tonacateuctli y Tonacacíhuatl: le sentaron en un trono de plumas de quecholli y le liaron la cabeza con una banda roja. Luego se detuvo cuatro días en el cielo; vino a pararse en el (signo) naollin; cuatro días no se movió; se estuvo quieto. Dijeron los dioses: "¿Por qué no se mueve?" Enviaron luego a Itztlotli (el gavilán de obsidiana), que fue a hablar y preguntar al Sol. Le habla: "Dicen los dioses: pregúntale por qué no se mueve." Respondió el Sol: "Porque pido su sangre y su reino." Se consultaron los dioses y se enojó Tlahuizcalpanteuctli, que dijo: "¿Por qué no le flecho? Ojalá no se detuviera." Le disparó y no le acertó. ¡Ah!, ¡ah! le dispara y flecha el Sol a Tlahuizcalpanteuctli con sus saetas de cañones de plumas; rojas, y enseguida le tapó la cara con los nueve cielos juntos. Porque Tlahuizcalpanteuctli es el hielo. Se hizo la junta por los dioses Titlacahuan y Huitzilopochtli y las mujeres Xochiquetzal, Yapaliicue y Nochpaliicue; e inmediatamente hubo mortandad de dioses ¡ah! ¡ah! en Teotihuacan.

Cuando fue el Sol al cielo, fue luego la Luna, que solamente cayó en la ceniza, y no bien llegó a la orilla del cielo, vino Papáztac a quebrantarle la cara con una taza de figura de conejo. Luego vinieron a encontrarla en la encrucijada de caminos los duendes y ciertos demonios, que le dijeron: "Sé bienvenida por ahí." En tanto que ahí la detuvieron, le ajustaron al cuerpo puros andrajos; y vinieron a hacerle esa ofrenda, al mismo tiempo que el Sol se pasó en el nauh ollin, ya de tarde.

 

Fragmento de Leyenda de los soles, manuscrito anónimo en náhuatl de 1558. traducción de Primo Feliciano Velázquez, en José Luis Martínez, América antigua, Secretaría de Educación Pública, México, 1988 (2a. impresión).

 

Arqueología Mexicana núm. 15, pp. 73.

 

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