Habitar el desierto, navegar en el mar. Procesos de transformación y permanencia entre los seris

Rodrigo F. Rentería Valencia

Se abordan aquí una serie de procesos que representan de manera esquemática el encuentro de los seris con Occidente. Sin embargo, la “historia” seri –en este caso, el entendimiento que de la misma tienen ellos, y cuya concepción nos es ajena en gran medida– probablemente no será nunca escrita, sino seguirá contenida y fragmentada en la memoria de aquellos antiquísimos cantos, que cada noche y cada amanecer, son entonados a la tenue luz de las fogatas frente al mar.

 

No existe tal cosa como la historia seri. En todo caso, la historia seri constituye, desde la perspectiva occidental, el recuento siempre incompleto de su extrañeza hacia una sociedad por definición ajena a cualquier parámetro establecido en su orden civilizatorio. En este sentido, la historia seri refleja en sí misma el constante fallo de Occidente por comprender los hábitos y las características de un conjunto de grupos nómadas que desde tiempos inmemoriales han habitado en las desérticas costas e islas del tercio medio del Mar de Cortés.

Ante el reconocimiento de su abismal diferencia con Occidente, los grupos seris fueron capaces de utilizar por largo tiempo esta “inhóspita” región del desierto sonorense como una barrera física y simbólica ante la cual los colonizadores europeos poco intentaron acceder. Sin embargo, conforme los territorios ancestralmente ocupados por dicha sociedad fueron paulatinamente colonizados durante los siglos XVIII y XIX, la intensidad del vínculo con Occidente fue tomando el curso de su ininteligibilidad, y la violencia emergió como única posibilidad de relación. Desde entonces, la “historia” seri constituye un complejo juego de indicios y ocultamientos, siempre incompleto, sobre la existencia de una sociedad empeñada en habitar un desierto que sólo ellos supieron entender y apreciar.

 

Historia de una extrañeza

 

Considerados a sí mismos como descendientes directos de una raza de míticos gigantes que dejaron de existir al apostar la vida en juegos de azar, algunos de los concaác (“la gente”) de estos días aún conciben en los vestigios de su memoria a Hant Caii, aquel que con sus cantos forjó la tierra, como su creador. No obstante, Occidente señala otro origen para esta tradición cultural que el registro colonial terminó por denominar como seris, y que los concibe como la culminación de una antigua migración iniciada quizás hace poco más de dos mil años. 

Así, diversos grupos yumanos de cazadores-recolectores provenientes del norte de la Baja California cruzaron eventualmente las islas del tercio medio del Golfo de California hasta establecerse en los márgenes costeros del actual estado de Sonora, así como en las islas Tiburón y San Esteban. De acuerdo con los registros cerámicos, es posible rastrear los orígenes de esta tradición cultural, arqueológicamente conocida como Costa Central (Bowen, 1976), alrededor de 800 d.C. No obstante, el hecho de que su lengua se considere un idioma aislado, sin parentesco cercano con ningún otro, señala un aislamiento cultural mucho más antiguo y, por tanto, una presencia de al menos 2000 años en el área. 

 

Rentería Valencia, Rodrigo F., “Habitar el desierto, navegar en el mar. Procesos de transformación y permanencia entre los seris”, Arqueología Mexicana núm. 97, pp. 71-75.

 

 Rodrigo F. Rentería Valencia. Etnólogo egresado de la ENAH. Realiza el doctorado en antropología cultural por la Universidad de Arizona, con especialidad en antropología ecológica y del medio ambiente.

 

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