5 de noviembre de 1922. En la tarde de ese día, hace un siglo, el arqueólogo británico Howard Carter encontró la puerta que encerraba la tumba del faraón Tutankamon de la XVIII dinastía. Así lo expresó el arqueólogo:
¡Una puerta sellada! Así, pues, era cierto. Nuestros años de paciente trabajo iban a quedar recompensados después de todo. Creo que mi primer sentimiento fue de contento por el hecho de que mi fe en el Valle no había sido injustificada. Con una excitación que se convirtió en ardor febril busqué los sellos de la puerta, en busca de pruebas sobre la identidad del dueño del lugar, pero no pude encontrar nombre alguno (Carter, 1976).
Con estas palabras reporta Carter el encuentro de la puerta que daría acceso a las cámaras funerarias del joven faraón. De inmediato envió un telegrama a Londres para avisar del hallazgo a su patrocinador, quinto conde de Carnarvon.
Decía así: “Finalmente he hecho descubrimiento maravilloso en Valle, una tumba magnífica con sellos intactos; recubierto hasta su llegada; felicidades” (Carter, 1976). Lo demás ya lo sabemos: el arqueólogo comenzó su laborioso trabajo que lo llevó a encontrar la rica ofrenda depositada en varias cámaras para, finalmente, llegar a la puerta que encerraba la cámara sepulcral donde se encontraba el cuerpo embalsamado de Tutankamon. Carter actuó con sumo cuidado y abrió un agujero por el que asomó una linterna.
Su asombro no tuvo límites. Éstas fueron sus palabras: "Estoy seguro de que nunca en toda la historia de las excavaciones se había visto un espectáculo tan sorprendente como el que nos revelaba la luz de la linterna […]" Dejaré que el lector se imagine la apariencia de los objetos mientras los contemplábamos desde nuestra mirilla de la puerta tapiada, proyectando desde ella el haz de luz de nuestra linterna –la primera luz que cortaba la oscuridad de la cámara en tres mil años– de un grupo de objetos a otro en un vano intento de interpretar el alcance del tesoro que yacía ante nosotros. El efecto era abrumador, impresionante (Carter, 1976).
Imagen: Howard Carter con el sarcófago del rey Tutankamon, 1925. Foto: The New York Times Photo Archive (Wikimedia Commons)
Eduardo Matos Moctezuma. Maestro en ciencias antropológicas, especializado en arqueología. Fue director del Museo del Templo Mayor, INAH. Miembro de El Colegio Nacional. Profesor emérito del INAH.
Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:
Matos Moctezuma, Eduardo, “Howard Carter y Tutankamon”, Arqueología Mexicana, núm. 177, pp. 82-83.