Jean-Frédéric Maximilien, conde de Waldeck, nacido en Praga en 1766 emprendió un viaje a México en 1825. Llegado al país, para subsistir se dedicó a dar clases de dibujo y a hacer pinturas, además de ofrecer espectáculos de fantasmagoría. Colaboró en un momento dado con el director del Museo Nacional Mexicano en la elaboración de litografías, para lo cual usó las prensas y materiales que Linati había traído al país y que más tarde entregaría al gobierno mexicano, cuando salió de México en 1826.
Lo primero que dio a conocer esta institución fue el Reglamento para el Museo Nacional aprobado por el Excelentísimo Presidente de los Estados Unidos Mexicanos con fecha del 15 de junio de 1826. Al año siguiente se editó la Colección de las antigüedades mexicanas que existen en el Museo Nacional.
Leemos un anuncio del 25 de agosto de 1827, firmado por el director Isidro Ignacio de Icaza y por don Isidro Rafael Gondra, autores de la Colección…, en que se invita al público a suscribirse para apoyar la edición y hacerse acreedores a la entrega de litografías hechas por Waldeck. Dice así el anuncio: “Se darán cada mes cuatro láminas, una de las esculturas, otra de los dibujos, la tercera de los geroglíficos, y la cuarta de las pinturas históricas, agregando por separado las noticias respectivas que se conservan en el establecimiento, donde queda desde ahora abierta la suscricion á razón de tres pesos mensuales…”. fueron las piezas.
Diversas fueron las piezas y edificios que Waldeck nos dejó sobre diferentes culturas mesoamericanas. Recorrió Palenque, lugar al que llega el 12 de mayo de 1832. Solicita el apoyo de Lord Kingsborough, quien le asigna 2 500 pesos con la condición de que las medallas e inscripciones que encuentre sean entregadas a la Universidad de Oxford. De allí parte a Tabasco y Campeche; pasa por Mérida y llega a Uxmal, en 1834, donde bautiza el Edificio del Adivino con el nombre de su benefactor Lord Kingsborough, como muestra de gratitud. Sus experiencias quedaron escritas en el libro Viaje pintoresco y arqueológico a la Provincia de Yucatán, 1834 y 1836, y en él leemos lo siguiente acerca del Adivino:
“Tal es este monumento, obra maestra de arte y elegancia. Si hubiera llegado un año más tarde a Uxmal no habría podido dar un dibujo completo de él: el centro había sido menoscabado a consecuencia de la extracción de algunas piedras…” (Waldeck, en Matos 2017, parte I).
El infortunio lo va a alcanzar a su llegada a Mérida. Le confiscan sus dibujos y planos por las quejas presentadas por intelectuales que señalan que está sacando piezas del país. En carta del 16 de enero de 1836, firmada por el alcalde segundo don Félix Guzmán en Mérida, se comenta: “Todas las copias, dibujos, relaciones de los mismos edificios y antigüedades, de todo se forme un inventario, y con esta formalidad se extraigan aquellos objetos y papeles relativos, de poder del expresado Waldek como propiedades mejicanas que tengo orden de recoger para enviarlas al Superior Gobierno Nacional…” (Matos, 2017, p. 298).
Para nuestra fortuna, el conde tenía copias de planos y dibujos y con ello pudo rehacer los monumentos. El conde ha desatado diferentes opiniones por su obra: el historiador William Prescott lo tilda de charlatán por sus escritos; Ignacio Bernal dice que sus dibujos son buenos estéticamente hablando, pero poco valiosos para la arqueología, al igual que lo que escribió.
Imagen: La Pirámide de Xochicalco, ca. 1829, acuarela de Jean-Frédérick Waldeck. Reprografía: Marco Antonio Pacheco / Raíces.
Eduardo Matos Moctezuma. Maestro en ciencias antropológicas, especializado en arqueología. Fue director del Museo del Templo Mayor, INAH. Miembro de El Colegio Nacional. Profesor emérito del INAH.
Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:
Matos Moctezuma, Eduardo, “Se abren las puertas del pasado”, Arqueología Mexicana, edición especial, núm. 100, pp. 16-43.