La arqueología de El Salvador

Gregorio Bello Suazo Cobar

El actual territorio de El Salvador se encuentra en la Zona Central de Centroamérica, considerada como una frontera cultural de Mesoamérica. Por su posición geográfica, se ha demostrado con base en datos arqueológicos que esa zona funcionó como un corredor o puente por el cual pasaron a lo largo del tiempo, en uno y otro sentidos, objetos e ideas de Mesoamérica y Sudamérica.

 

Las sociedades de la llamada Zona Central se desarrollaron como resultado de influencias provenientes principalmente de la Zona Norte y de más allá, que comenzaron en algún momento después de 1500 a.C. y se prolongaron hasta la llegada de los europeos. En ese marco, las numerosas sociedades locales conformaron un carácter propio, acorde con sus necesidades, con condiciones específicas y con su relación con los grupos vecinos.

Esas influencias se dieron por medio del comercio, la guerra y las migraciones a gran escala. Además, algunas de ellas posiblemente se extendieron mucho más hacia el este, aunque no se ha caracterizado todavía a las sociedades que habitaban la Zona Central antes de la penetración mesoamericana (Hasemann y Lara Pinto, 1994,p. 135).

Se sabe que hubo contactos tempranos con la costa central del Golfo de México, de los que se han encontrado evidencias en las tierras bajas de Chiapas y tan lejos como el oriente de El Salvador. Asimismo, otras influencias posteriores, procedentes del área maya de las tierras altas centrales de México, se han localizado en Honduras, El Salvador, la costa del Pacífico de Nicaragua y la península de Nicolaya en Costa Rica.

 

Asentamientos tempranos

Las evidencias culturales más antiguas encontradas hasta hoy en El Salvador corresponden al periodo Arcaico (8000 a.C. -1500 a.C.). Esas evidencias son pocas, lo que se debe, en parte, a que los restos materiales de aquellos pobladores están enterrados a decenas de metros de profundidad y a que la población fue escasa; además, faltan investigaciones sobre ese periodo. Entre los materiales recuperados se encuentran tres puntas de lanzas que se localizaron en el lecho del río San Esteban, cerca de las ruinas de Quelepa, en el departamento de San Miguel.

Hacia 2000 a.C. algunos grupos comenzaron a asentarse en el sureste de Mesoamérica, los cuales estaban relacionados más bien con Centro y Sudamérica, de donde partió la tradición cerámica conocida como Sureña-Costeña. Esos grupos formaron las primeras aldeas rurales y de pescadores, que se establecieron en las costas, los valles intermontanos, los lagos, etc., hasta llegar, tierra adentro, a sitios más favorables.

Desde esos tiempos se advierte una gran movilidad de los grupos hacia la costa del Pacífico de El Salvador, Guatemala, el Soconusco y Chiapas; hacia Honduras y las tierras bajas del Petén guatemalteco; a la península de Yucatán; hacia las tierras altas de Guatemala y Chiapas, y aun hacia Oaxaca y la Costa del Golfo de México, da el ismo de Tehuantepec. Ello explica que, unos más y otros menos, esos grupos tuvieran una tradición cultural común, ampliamente difundida, la cual con el tiempo se fue diversificando debido a las adaptaciones ambientales locales y regionales.

Así, hay varios sitios correspondientes al periodo que va de 1800 a 1500 a.C. con cerámica monocroma en forma de tecomates, cuencos sencillos y ollas, decorados con impresiones de concha, textiles y uña, o con incisiones, excavado, punzonado, etc., como consecuencia de la expansión o distribución de la tradición Costeña-Sureña, aunque la cerámica evolucionó de manera local y dio lugar a nuevos tipos y formas que permiten interrelacionar a los sitios de la región.

 

Gregorio Bello-Suazo Cobar. Arqueólogo y restaurador. Director del Museo Nacional de Antropología "Dr. David J. Guzmán" de El Salvador. Especialista en restauración de bienes muebles culturales.

 

Bello-Suazo Cobar, Gregorio, “La arqueología de El Salvador”, Arqueología Mexicana núm. 79, pp. 66-71.

 

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