La construcción de la figura cósmica

Alfredo López Austin

Palabra y trazo: la construcción de la figura cósmica

Las imágenes verbales y las visuales se explican y potencian. Concebido como una colosal máquina en perpetuo movimiento, el cosmos mesoamericano va aclarando paulatinamente su figura, conforme se agregan notas que precisan o confirman su composición. Las fuentes documentales e iconográficas son múltiples y variadas. En no pocas ocasiones exigen a los investigadores un detallado análisis heurístico para desentrañar su significado. Es lo previsible aun en los textos que describen la formación del mundo, los que, lejos de ser siempre transparentes, han de ser interpretados con el auxilio de indicios que complementen el sentido velado. La alegoría del mito, la palabra del canto religioso, la descripción de la cosmogonía, el relato del milagro, la figura alusiva de la leyenda y la retórica de la oración petitoria son igualmente demandantes de un ejercicio deductivo. El informe llano, claro y preciso es más excepcional que común. Sin embargo, la información confluye y va orientando nuestro conocimiento.

Las hijas del señor Ánjel

Uno de los pasajes del mito tzeltal “El señor Ánjel, el cocodrilo, el Xut y su hermano”, publicado por Pedro Pérez Conde y Elisa Ramírez Castañeda en Leyendas y cuentos tzeltales (pp. 125-157), cuenta que el señor Ánjel, agradecido con el zorro que lo auxilió cuando era atacado por un cocodrilo, le ofreció en matrimonio –a elección del aliado– a una de sus cuatro hijas. Las cuatro son mencionadas y retratadas en el texto: “Sme’ Ixim, Madre del Maíz, tenía el pelo rubio y la ropa llena de masa; Sme’ Che-nek’, la Madre del Frijol, era morena y tenía el pelo negro; Sme’ Bojch, la Madre de la Jícara, tenía la piel muy blanca y la cara redonda; Sme’ Ch’um era la Madre de la Calabaza y su pelo era rojizo y amarillo”.

Para los escuetos fines de la aventura hubiese bastado decir que el señor Ánjel había dado en matrimonio a su hija Sme’ Ixim a su valedor el zorro; pero, indudablemente, el contenido profundo del mito exige mucho más, y llena el pequeño párrafo descriptivo de pormenores cargados de significado. Detengámonos sólo en el color y contextuemos a partir del nombre del dadivoso padre. Bien es sabido que en territorio tzeltal se da el nombre de Ánjel al Dueño del Monte Sagrado, y que este promontorio forma parte del axis mundi. En esta forma, el centro del mundo queda perfectamente flanqueado por los cuadrantes coloridos que ordena la superficie de la tierra: al este el segmento rojo, en la persona de su hija Madre de la Calabaza, de cabellos rojizos y amarillos; al norte el blanco, con su carirredonda hija Madre de la Jícara; al occidente el negro, con su hija Madre del Frijol, y al sur el amarillo, la parte correspondiente a su hija rubia, Madre del Maíz, que fue la elegida por el zorro. En otras palabras, el ofrecimiento del señor Ánjel lleva implícita la geometría de la superficie del mundo.

Imagen: Izquierda: El señor Ánjel y sus cuatro hijas marcan los puntos del quincunce: su hija pelirroja está al este; su hija de piel blanca queda al norte; su hija de pelo negro ocupa el oeste; su hija rubia se ubica en el sur; el señor Ánjel –cuyo nombre es el del Dueño del Monte Sagrado en territorio maya– está en el centro del mundo. Fotos: Digitalización Raíces; Guillermo Aldana / Raíces; Couleur / Pixabay. Derecha: Fragmento de la pintura de la Olla de Nochixtlán. Museo Nacional de Antropología. Ilustración: Alfredo López Austin.

 

Alfredo López Austin. Investigador del Instituto de Investigaciones Antropológicas, unam.

Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:

López Austin, Alfredo, “Palabra y trazo: la construcción de la figura cósmica”, Arqueología Mexicana, núm. 167, pp. 14-21.