La Guerra de Castas. Península de Yucatán (1847-1901)

María del Carmen Valverde Valdés

Podemos decir que de todos los movimientos de insurrección indígena, la Guerra de Castas en la península de Yucatán no sólo ha sido el que se ha prolongado por más tiempo sino también, desde diversos ángulos, fue el que logró mantener una amenaza real al orden establecido, e incluso por momentos estuvo cerca de la victoria.

 

Después de la Independencia nacional, en que cambian el sistema y las bases políticas impuestas tres siglos atrás por la estructura colonial, el área maya fue testigo de recurrentes levantamientos armados. El que ahora nos ocupa se extendió prácticamente por toda la península de Yucatán y duró más de 50 años. Desde los hechos históricos hasta la ficción, múltiples obras, trabajos académicos, investigaciones particulares, así como testimonios directos e indirectos, así como la huella que de la sublevación quedó en el imaginario colectivo de la región, nos hablan de su relevancia. Ante la imposibilidad de abarcarlo todo, en este artículo pretendemos dar una visión general de los acontecimientos tomando como base algunas de estas aproximaciones. 

 

Una rebelión sui generis

 

Esta sublevación presenta características peculiares. En primera instancia, mientras que otros alzamientos fueron sofocados relativamente con rapidez o incluso en unos cuantos días, éste duró más de medio siglo, periodo en que los mayas que habitaban la parte oriental de Yucatán resistieron todos los intentos de pacificación; además, sus bases siguen vivas hoy en día. Este hecho lo convierte en uno de los acontecimientos históricos más complejos de su género. Aunado a sus implicaciones políticas, económicas y sociales, a lo largo de los años los elementos religiosos del levantamiento, centrados fundamentalmente en torno al culto de la “Cruz Parlante”, se organizaron en una nueva iglesia maya, con su culto y su ritual propios, y a la fecha no se puede separar la importancia religiosa de este culto, de su aspecto combativo y de resistencia.

Por otro lado, la misma denominación del levantamiento como “Guerra de Castas” presenta problemas, ya que reduce el conflicto al enfrentamiento entre dos grupos raciales antagónicos, “los indios” y “los blancos”, cuando la realidad, evidentemente mucho más compleja, rebasa con creces esta visión simplista. A lo largo de los años los mayas sublevados, autodenominados macehuales, y conocidos por algunos como cruzoob (por ser “los que combaten por la cruz”), no formaron un bloque homogéneo. El movimiento se fraccionó, se reestructuró y se recompuso varias veces, con distintos líderes a la cabeza, quienes en ocasiones dieron golpes de Estado para después ser asesinados por los “blancos” o por los cabecillas rebeldes siguientes.

 

Valverde Valdés, María del Carmen, “La Guerra de Castas. Península de Yucatán (1847-1901)”, Arqueología Mexicana núm. 111, pp. 54-59.

 

Edith Yesenia Peña Sánchez. Investigadora de la DAF, INAH. Doctora en ciencias antropológicas, miembro del SNI nivel 1. Sus líneas de investigación son antropología de la salud y antropología de la sexualidad. Ha realizado investigaciones en el Valle del Mezquital, Hidalgo, sobre alimentación, nutrición, prácticas curativas y cosmovisión.

 

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