La narrativa sobre la aparición que se ha ido acumulando en los meses a partir de los relatos de los videntes, los visitantes, los que vivieron situaciones singulares y los pobladores, basados en las experiencias de cada uno muestra que, en su creencia, “la Virgen se traslada por sí misma desde la iglesia al pozo, donde eligió su lugar, aunque sólo los creyentes la pueden ver”. Por que “Ella les pide que la cuiden y que le construyan su casa”, es que tienen el propósito de construir una capilla en el espacio sacralizado por su aparición.
La narrativa estaba viva y creciente y, aunque en cierta forma el culto se había institucionalizado al ser incorporado a los cargos de servicio y fiestas del pueblo, la Virgen continuaba dando señales de su presencia.
Los gestos o las transformaciones que los devotos ven que hace la imagen evidencian su estado de ánimo: llora, sonríe, está triste, enojada o contenta, voltea y baja la cabeza, le crece el pelo, su manto cambia de color, rechaza su corona, etc.
Se dice que el traslado desde el pozo a la iglesia, ordenado por el arzobispo, se hizo en contra de la voluntad de la gente y de la Virgen, por eso “cuando la imagen era transportada, las mujeres vieron que se cubrió la cara con el manto y lloró.
En la imagen de portada de este artículo vemos a peregrinos en la fila para acercarse al santuario de la Virgen en el pozo de agua. San Felipe Tejalapam, Oaxaca, diciembre de 1995. Foto: Alicia Barabas.
Extracto tomado del artículo: Alicia Barabas (2025) La aparición de la Virgen en San Felipe Tejalapam. Parte 3, Arqueología mexicana, edición regular 192, pp. 14-15.