La Plaza Mayor de la ciudad de México en los siglos XVI y XVII

Antonio Rubial García

La Plaza Mayor fue, desde sus orígenes, el escenario privilegiado del acontecer de la ciudad. Dos actividades fueron fundamentales en ella: el comercio y la fiesta. Asimismo, la Plaza Mayor fue un espacio en el que se daban cita todos los estratos sociales bajo los dictados de las autoridades políticas y religiosas.

 

Desde el Renacimiento y durante el Barroco, tanto las descripciones como las representaciones de ciudades podían tomar dos formas: una era como urbs, donde se mostraban sólo los edificios más importantes y las calles y las plazas de la ciudad aparecían sin gente; la otra pintaba el espacio urbano como civitas, es decir teniendo como principal centro de interés lo humano de la ciudad, las actividades y fisonomía de sus habitantes. Aquí seguiremos este mismo criterio.

 

Los edificios de la plaza y las instituciones que representan

 

Después de la violenta conquista de la ciudad, y sobre los templos y palacios semidestruidos, comenzó a construirse el nuevo centro político. El espacio sagrado indígena fue cubriéndose poco a poco mientras que la plaza mayor de la ciudad española se armaba en la explanada que se extendía entre los antiguos palacios de los reyes mexicas. Desde entonces esta plaza se volvió un centro, el cuadrángulo al que llegaban las principales calles y calzadas de la urbe y el paradigma sobre el que se construyeron las otras ciudades del país.

Las sedes de las máximas autoridades de la colonia se establecieron frente a la Plaza Mayor, en los antiguos palacios de Axayácatl y Motecuhzoma, ambos propiedad de Hernán Cortés. El primero, conocido en la época como “las casas viejas”, se encontraba al poniente de la plaza, y parte de él fue vendido por el conquistador en 1530 a la Audiencia encargada de administrar justicia; desde esa fecha en adelante albergó las cámaras del tribunal, un arsenal, las habitaciones de algunos oidores, varios almacenes y talleres y, a partir de 1535, los aposentos del virrey. El otro palacio, denominado “las casas nuevas”, fue comprado por el Estado a Martín Cortés en 1562 para establecer ahí la residencia del virrey y las oficinas del gobierno virreinal, que estuvo en ese lugar durante todo el periodo colonial. Dicho palacio sufrió numerosas remodelaciones, la más importante de ellas a fines del siglo XVII pues quedó semidestruido a raíz de un tumulto popular que lo incendió en 1692.

Sobre el costado sur del palacio se levantó el edificio de la Universidad, creada en 1553 bajo los auspicios de Carlos V. La institución había ocupado diversos lugares hasta que finalmente se asentó en un edificio iniciado en 1584 frente a la Plaza del Volador, hoy Suprema Corte de Justicia. El conjunto de los edificios burocráticos de la Plaza Mayor se completaba por el lado sur con las casas del Ayuntamiento, desde donde se regía la ciudad y cuyos cargos comenzaron a ser ocupados por criollos a partir de las últimas décadas del siglo XVI.

Finalmente, en el costado norte de la plaza se encontraba la Catedral, sede del arzobispo de México, la máxima autoridad eclesiástica del virreinato. A pesar de la importancia de este cargo, la primera catedral era una construcción pobre y pequeña que estuvo en funcionamiento en ese estado durante todo el siglo XVI; la nueva, que se comenzó a mediados de la misma centuria, no fue consagrada sino hasta 1667. Para realizar los oficios litúrgicos, en la catedral funcionaba el cabildo eclesiástico. Sobre la calle que corría al norte del palacio virreinal estaba el palacio episcopal. En él, un provisorato regido por un vicario general se encargaba de administrar la justicia eclesiástica. Así, a diferencia de lo que pasaba en Europa, la plaza era un lugar único en el que se concentraban los poderes civiles y religiosos y, por ello, el teatro donde el espectacular despliegue de lo público tenía su representación.

 

Rubial García, Antonio, “La Plaza Mayor de la ciudad de México en los siglos XVI y XVII”, Arqueología Mexicana núm. 116, pp. 36-43.

 

Antonio Rubial García. Doctor en historia por la Facultad de Filosofía y Letras, UNAM, donde es profesor titular. Autor de La santidad controvertida (México, 1999); Monjas, cortesanos y plebeyos. La vida cotidiana en la época de Sor Juana (México, 2005); El paraíso de los elegidos (México, 2010).

 

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