Diversas obras pictóricas nos recuerdan pasajes de carácter histórico, entre ellas Episodio de conquista de Félix Parra (1877); El suplicio de Cuauhtémoc, de Leandro Izaguirre (1892), y el muy conocido cuadro de Cleofas Almanza del patio interior del Museo Nacional en la calle de Moneda (hacia 1888), por mencionar sólo algunos. Las obras escultóricas no se quedaron atrás. La estatua en bronce de Cuauhtémoc inaugurada por el presidente Díaz el 21 de agosto de 1887, en el Paseo de la Reforma, exaltaba la figura del joven tlatoani. Don Francisco del Paso y Troncoso pronunció un discurso en náhuatl –que me imagino que nadie entendió– y don Alfredo Chavero lo hizo en español. El artista fue Miguel Noreña, destacado escultor, y con él colaboraron otros artistas como Epitacio Calvo, quien elaboró los jaguares emplumados de estilo egipcio, y Gabriel Guerra realizó el altorrelieve del tormento de Cuauhtémoc. La fundición de la estatua se hizo en el taller de Jesús Contreras. También se elaboraron en bronce los llamados Indios Verdes, que representaban a los gobernantes mexicas Itzcóatl y Ahuítzotl, con sus casi cuatro metros de altura y un peso cercano a las tres toneladas cada uno, obra del pintor y escultor Alejandro Casarín.
Imagen: Félix Parra, Episodios de la conquista. Matanza de Cholula, 1877. Museo Nacional de Arte. Foto: Museo Nacional de Arte.
Eduardo Matos Moctezuma. Maestro en ciencias antropológicas, especializado en arqueología. Fue director del Museo del Templo Mayor, INAH. Miembro de El Colegio Nacional. Profesor emérito del INAH.
Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:
Matos Moctezuma, Eduardo, “El porfiriato (1877-1911)”, Arqueología Mexicana, edición especial, núm. 100, pp. 50-55.