David Stuart
Las investigaciones de las décadas recientes no sólo han cambiado nuestras ideas sobre la cultura maya, vista durante mucho tiempo como pacífica. Ahora se sabe que no sólo fueron sociedades en constantes enfrentamientos, sino que la guerra entre ellas fue una práctica de gran complejidad y con distintas variantes.
De acuerdo con Apocalypto, producción hollywoodense en exhibición en cines en los días que escribo este artículo, los mayas fueron una cultura salvaje y sedienta de sangre, en la que la guerra era violenta, con grupos de asalto formados por soldados de elite que aterrorizaban las zonas rurales en búsqueda de cautivos para someterlos, secuestrarlos y llevarlos a la ciudad con el propósito de sacrificarlos. Las recreaciones del pasado según Hollywood casi nunca son precisas y la virulenta visión del guionista y director de esta película, Mel Gibson, no es la excepción. Aun así, si bien su idea sobre los conflictos y la guerra entre los mayas es simplista y hasta sádica, se basa en un añejo enfoque académico según el cual las acciones militares de los mayas se realizaban a una escala reducida y consistían principalmente en incursiones contra los poblados vecinos en búsqueda de víctimas para el sacrificio. Los defensores de este modelo llegaron a descartar cualquier posibilidad de que la guerra entre los mayas implicara conflictos geopolíticos a gran escala, grandes ejércitos, expansión territorial o cualquier otra motivación “nacional”. Este modelo de guerra basada en incursiones aún tiene sus seguidores, aunque visto en retrospectiva parece ser un vestigio de una visión más antigua de los mayas como una civilización pacífica, incapaz de sostener guerras declaradas, o al menos, por mucho, no tan militaristas como sus vecinos mesoamericanos. Sin embargo, la evidencia con que se cuenta ahora, mucha de ella nueva, indica que las incursiones fueron sólo uno de varios tipos de conflicto y que los mayas fueron en muchos sentidos tan militaristas como las culturas del Centro de México.
El militarismo y los conflictos comienzan a aparecer como temas destacados en el arte y las inscripciones en el Preclásico Tardío (300 a.C.-200 d.C.). Con frecuencia, en los monumentos de ese periodo se muestran cautivos atados, ya sea arrodillados ante un rey o bajo sus pies, como un símbolo de sometimiento total. Al parecer, los prisioneros también eran miembros de la elite, tal vez otros gobernantes, y llevan inscrito su nombre en el tocado.
En una época posterior, durante el Clásico Tardío, el arte asociado a los gobernantes aún enfatizaba la guerra como símbolo de autoridad, y los cautivos de la elite eran un elemento central de las representaciones. Esa imaginería enfocada en algún gobernante y uno o dos cautivos es un modo de representación muy antiguo y tradicional, aunque no es un indicador confiable de la naturaleza de la guerra entre los mayas, ni de la escala de los conflictos en los que se capturó a los prisioneros.
Tipos de guerra
¿Qué distinguía a la guerra maya en comparación con otras culturas mesoamericanas? Debemos recordar que la civilización maya ocupaba un vasto territorio, que abarcaba tierras bajas y altas, en el cual numerosos reinos independientes se desarrollaron, alcanzaron su apogeo y decayeron, y que necesariamente compitieron por controlar regiones y recursos. Ninguno logró dominar el antiguo mundo maya bajo una estructura imperial, de la manera en que pensamos que lo hicieron Monte Albán en los Valles Centrales de Oaxaca, o Teotihuacan y Tenochtitlan en la Cuenca de México.
Traducción: Enrique Vela
Stuart, David, “Los antiguos mayas en guerra”, Arqueología Mexicana núm. 84, pp. 41-47.
• David Stuart. Profesor Schele de arte y escritura mesoamericanas. Departamento de Arte e Historia del Arte de la Universidad de Texas, en Austin. Miembro del Consejo de Asesores de esta revista.
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