Los volcanes se encuentran entre los elementos naturales que mayor influencia tuvieron sobre el desarrollo de las culturas mesoamericanas, en especial de las que se encuentran en la faja que cruza el centro de la República Mexicana, en el llamado Arco Chiapaneco y en Centroamérica. Si bien cuando estos colosos desatan su fuerza provocan auténticas catástrofes, también es cierto que acarrean efectos benéficos para las sociedades que habitan a su vera. Las tierras cercanas a los volcanes poseen un alto grado de fertilidad debido a los nutrientes que contienen las cenizas que arrojan; las elevadas cumbres de varios de ellos les permiten ser generadoras de importantes caudales de agua, por medio de corrientes y manantiales, provenientes de su deshielo. En la época prehispánica fueron además fuentes de materia prima, principalmente de rocas de la dureza adecuada para elaborar esculturas –las más de las veces de índole religiosa o asociada al poder político–, así como de obsidiana, roca volcánica que desempeñó un papel primordial en la vida cotidiana de las sociedades mesoamericanas y que, en cierto sentido, fungió como aglutinante de un amplio sistema de comercio que no sólo traspasaba las fronteras de las regiones en que se localiza este recurso, sino que transcendió en el tiempo.
Tomado de Los Volcanes en México, Arqueología Mexicana, núm. 95.
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