Mitos y cuentos indígenas
Elisa Ramírez
En muchos mitos y cuentos indígenas los dioses o los héroes culturales convierten partes de su cuerpo en plantas útiles al hombre. El relato del niño que se transforma en maíz se cuenta hoy en día en las Huastecas y recuerda el mito antiguo donde se entierra a Centéotl y de su pelo brota el algodón, de sus orejas los bledos, de sus mocos la chía, de sus dedos los camotes y de sus uñas el maíz. Los relatos donde alguno de los personajes debe comer, sin saberlo, partes del cuerpo de otro - generalmente el abuelo venado es servido a su esposa- son frecuentes en Oaxaca. Pertenece a este mismo ciclo -del nacimiento del Sol y la Luna- el cuento del venado desollado y con el cuero relleno de avispas y abejorros.
Nakawé es la madre de la tierra entre los huicholes. Fue ella quien ayuda al único sobreviviente del diluvio, quien enseña cómo se siembra el maíz y se hace la milpa. En este cuento, sin embargo, Nakawé aparece como una vieja antropófaga que roba niños, los carga en su tanate y los lleva a su casa. Los niños escapan y ella sale a buscarlos:
Llegó a un lugar donde había fiesta. Allí le dieron de tomar hasta que se cayó de borracha. Cuando se levantó comenzó a bailar. Bailó y bailó hasta volver a caer y quedarse dormida. Mientras dormía le abrieron la cabeza por la mitad, le quitaron la tapa y le sacaron los sesos. Le metieron asqueles, hormigas, avispas y otros animalitos que pican. Luego la taparon y la cosieron.
Con sus sesos prepararon una comida y se la sirvieron. Un pajarito que andaba por allí cantó:
"Mi abuelita se está comiendo sus sesos". "Ese pajarito me está enfadando. Mátenlo, muchachos, para que yo pueda seguir comiendo. ¿Cómo van a ser mis sesos si me los están sirviendo a mí?'.
Se regresó a su casa y le dolía mucho la cabeza. Llegó con sus nietos y les dijo:
"Me siento mal, vean qué tengo en la cabeza".
Comenzaron a espulgarla y no le hallaron nada. Luego se fijaron que por las costuras se asomaban animalitos moviéndose. "Tienes animalitos muy feos dentro, ¡estás engusanada, abuela!"
Nakawé se fue a la cima y les pidió a sus nietos:
"Aviéntenme al barranco, al cabo no he de morir".
No quisieron y ella misma se aventó. Al despeñarse, se despedazó entre las piedras y donde quedaron sus manos, sus pies, sus cabellos, sus tripas, crecieron la jícama, el camote de monte, el maguey de ixtle y otros alimentos. Por eso, hasta la fecha, hay cosas que pueden comerse en el monte (tomado de Canciones, mitos y fiestas huicholas, recopilación de René Núñez Franco, transcripción y traducción de Guadalupe Valdés, versiones en español de Elisa Ramírez, DGPB/ DGEI, México, 1982).
Elisa Ramírez. Socióloga, poeta, escritora para niños y traductora. Colaboradora permanente de esta revista.
Ramírez, Elisa, “Nakawé, madre de la tierra”, Arqueología Mexicana, núm. 65, pp. 83.
Texto completo en la edición impresa.
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