Erik Velásquez García
Como argumentan Bricker y Bricker (2012), el tema representado en esta página es el final o colofón de las llamadas “tablas de agua”. Lo más obvio y evidente de la página 74 es un copioso torrente de agua que vomita el dragón celeste, mismo que combina atributos de caimán o cocodrilo, serpiente y pezuñas de venado. La sección horizontal de su cuerpo está conformada por una banda cuyos elementos, de izquierda a derecha, son el signo “estrella” o Venus, la llamada cruz de San Andrés, un símbolo que probablemente se relaciona con el Sol nocturno en su viaje subterráneo por el inframundo y el jeroglífico de la noche. Del cuerpo celeste de dicho dragón penden dos jeroglíficos que, gracias a Prager (2006), podemos leer como nam (?), ‘esconderse’ o ‘salir de la vista’, y que según Love (2012) no forzosamente se refieren a que la Luna o el Sol se oculten por eclipses, sino también debido a fenómenos más comunes, como las nubes asociadas con la lluvia. Ello encaja bien en este contexto, pues se trata de la sección final de las “tablas de la lluvia” y sendos aguaceros descienden de aquellos jeroglíficos nam (?).
El aludido dragón ha recibido varios nombres a lo largo de la historia del mayismo, entre ellos Dragón Bicéfalo, Monstruo Bicéfalo, Dragón de Dos Cabezas, Monstruo Celeste, Monstruo Cósmico o más recientemente “Cocodrilo Venado Estelar” (Starry Deer Crocodile), así bautizado por Stuart (2005), quien lo considera una representación del cielo nocturno que se come al Sol todas las tardes, para excretarlo o parirlo cada mañana. Tiempo después, Ana García Barrios (2015; 2016) exploraría la relación de ese dragón con diversos mitos de fundación cósmica y política.
En su comentario al códice, Thompson (1972) des- tacó la relación entre esta escena y los mitos coloniales donde el mundo fue destruido por una inundación o diluvio. Mientras que yo (Velásquez García, 2002; 2006) tuve la suerte de encontrar enormes analogías entre un mito de inundación descrito en la plataforma del Templo XIX de Palenque (siglo VIII) y los relatos que sobre el mismo evento cósmico se encuentran mil años después entre los quichés (Popol Vuh) y kekchís de Verapaz (Bartolomé de las Casas, ca. 1555-1559), pero sobre todo entre los mayas yucatecos, escritos en el Códice Pérez (ca. 1837), en los libros de Chilam Balam de Chumayel y Tizimín, así como en la Relación geográfica de Mérida (1579). La mayoría de estas versiones coincide en que los dioses decapitaron al dragón causante del diluvio a fin de que no acabara totalmente con el cosmos. Luego lo desmembraron cortándolo con hachas y, con las partes de su cuerpo desarticuladas, fundaron la superficie del mundo que habitamos. De manera que estos violentos sucesos permitieron la creación de un nuevo orden cosmológico. En honor a la verdad, en las versiones recogidas por Las Casas y por el Códice Pérez no están ausentes los eclipses.
Bajo el cuerpo del dragón aparece la anciana diosa O del parto, la medicina y el tejido, llamada Chak Chel.
Luce una falda decorada con fémures cruzados, una serpiente enrollada sobre la cabeza y exhibe largas garras tanto en los pies como en las manos. Sostiene una vasija invertida, de donde cae un chorro de agua que es, a su vez, otro afluente del diluvio. Lo que se encuentra escrito sobre el agua que cae de la vasija confirma que la página 74 es el pasaje final de la “tabla de agua inferior”, pues ahí se halla el número 5.1.0 (1 820 días) , así como el día <[4] eb>.
Como bien lo advirtió Thompson (1972), la deidad que aparece en la parte inferior de la escena es el dios L, señor del inframundo y de las riquezas subterráneas. Adopta la postura corporal de ataque propia del estilo “internacional” del Posclásico Tardío, cuyas características expliqué en mi comentario a la página 48 del códice. El dios L amenaza a la tierra con un báculo y un par de dardos. La pintura corporal negra que utiliza es un símbolo general mesoamericano del poder político, religioso y militar. Tiene el cabello largo y enrollado, pues se trata de un anciano. Se creía que los viejos habían acumulado mucho k’ihn, k’íinal o toonalli, cualidad calorífica que se asociaba con el poder, el respeto y el temor y que a su vez solía acentuarse en el cabello. Sobre la cabeza del dios L se posa un ave que tiene color negro alrededor del ojo y en el extremo de las plumas. El nombre de esa ave aún no está bien comprendido. Podía llamarse Oxlajun Kuy Ka’anal, ‘Trece Búhos de lo Alto’, Oxlakun Kuy Ka’an Winkil (?), ‘Trece Búhos Protector (?) del Cielo’, Oxlajun Muwaan Ka’nal, ‘Trece Ave Muwaan de lo Alto’, u Oxlajun Muwaan Ka’an Winkil (?), ‘Trece Ave Muwaan Guardián (?) del Cielo’.
Velásquez García, Erik, “Página 74 (Escriba 3). Números de serpiente y almanaques de 7 x 260; tabla del agua ”, Arqueología Mexicana, Especial 72, pp. 40-41.