A principios de 2023, integrantes de la Asociación de Espeleólogos de Querétaro realizaron el hallazgo de un extraordinario conjunto de artefactos prehispánicos de madera: un átlatl (también conocido como propulsor, lanzadardos o tiradera), acompañado de un par de dardos y dos posibles lanzas dentro de una pequeña galería al interior de la Cueva del Tesoro, en el semidesierto queretano.
El átlatl es un artefacto utilizado como instrumento de caza, pesca o arma. Generalmente hecho de madera, el átlatl permite lanzar un proyectil con mayor fuerza, velocidad, precisión y distancia que si se arrojara sólo con el brazo. Sus partes esenciales incluyen la hoja o cuerpo del aparato, el gancho para fijar los dardos y el mango para manipularlo. No obstante, existe una gran diversidad de propulsores que varían según su material, morfología, dimensiones, rigidez y la presencia o ausencia de otros elementos, como anillos o travesaños.
Los propulsores más antiguos conocidos hasta ahora provienen de diversas localidades europeas y datan del Paleolítico Superior, probablemente entre 17,000 y 16,000 a.C. En América, fueron introducidos a través de oleadas migratorias de grupos humanos provenientes de Asia hace más de 12,500 años.
Debido a que la mayoría de los propulsores se fabricaron con materiales perecederos, pocos ejemplares arqueológicos perviven en la actualidad. En el caso de Mesoamérica, se han identificado al menos una docena de ejemplares procedentes de distintos lugares, aunque la mayoría carece de un contexto arqueológico definido y forman parte de colecciones de museos nacionales e internacionales.
La información relativa a este tipo de artefactos es aún más limitada en el caso de espacios vinculados con sociedades nómadas del territorio mexicano. Entre los sitios con evidencias inequívocas de propulsores destacan algunas cuevas del valle de Tehuacán (Puebla), la Cueva de la Candelaria y la Cueva de la Paila (Coahuila), así como la Cueva del Diez de Enero (Sonora), donde se recuperó un átlatl completo, datado por radiocarbono para 1502 a.C.
El átlatl hallado en la Cueva del Tesoro está completo, aunque presenta ligeros deterioros que no comprometen su integridad. La pieza mide 51.5 cm de largo y pesa 69 g. Su cuerpo, con una longitud de 18.5 cm y un ancho máximo de 3 cm, tiene forma trapezoidal con bordes redondeados. La cara anterior exhibe una acanaladura que, además de su estética, facilitaba la colocación precisa del dardo. Del cuerpo emerge un pequeño gancho de 2 cm y un mango circular de 32 cm de largo desprovisto de anillos. Una muestra fue datada por radiocarbono en el Laboratorio de Espectrometría de Masas con Aceleradores (LEMA) de la UNAM, y arrojó una antigüedad de entre 7 y 132 d.C.
Carlos Viramontes Anzures. Licenciado en arqueología y doctor en antropología por la ENAH. Profesor investigador del Centro INAH Querétaro. Director del “Proyecto arqueológico paisaje, arte rupestre y ocupación de las cuevas prehistóricas del valle de Oaxaca” y el “Proyecto arqueológico semidesierto de Querétaro y Guanajuato”.
Jesús E. Medina Villalobos. Licenciado en arqueología por la UASLP. Colaborador del “Proyecto arqueológico paisaje, arte rupestre y ocupación de las cuevas prehistóricas del valle de Oaxaca” y el “Proyecto arqueológico semidesierto de Querétaro y Guanajuato”. Actualmente, cursa la maestría en el posgrado en antropología de la UNAM.
Tomado de Carlos Viramontes Anzures y Jesús E. Medina Villalobos, “Átlatl, dardos y lanzas de 2,000 años. Instrumentos de caza en la Cueva del Tesoro, Querétaro”, Arqueología Mexicana, núm. 195, pp. 56-61.

