En la celebración del cincuentenario de la prestigiada revista de la Universidad Veracruzana La Palabra y el Hombre, se me solicitó un artículo que titulé “Tríptico veracruzano”. En ella di una semblanza de tres veracruzanos ilustres, que a lo largo de la historia dieron aportaciones relevantes en momentos diferentes. Me refiero a Francisco Javier Clavijero, a don Francisco del Paso y Troncoso y a don Gonzalo Aguirre Beltrán. El primero, por su Historia Antigua de México, que publica en 1780 para acallar las voces de los detractores de América al revelar las culturas indígenas de México. El segundo por sus aportes como nahuatlato, arqueólogo, historiador, funcionario y editor. El tercero por sus investigaciones sobre indigenismo, además de haber dado un avance significativo a la Universidad Veracruzana cuando fue rector (Matos, 2007).
Hoy corresponde hablar acerca de la figura del segundo de ellos, don Francisco de Borja del Paso y Troncoso, quien cumple este año un siglo de haber fallecido. Nació nuestro personaje en Veracruz, en octubre de 1842, y murió en Florencia, Italia, el 30 de abril de 1916. Don Francisco – médico de profesión– dejó de ejercer la medicina para dedicarse por entero a los estudios del pasado. Como nahuatlato, se le ofreció la cátedra de lengua náhuatl en la Escuela Preparatoria, misma que no aceptó hasta conocer esta lengua, lo que hizo para, entonces sí, aceptar el ofrecimiento. Por cierto que él dijo las palabras de inauguración de la famosa estatua de Cuauhtémoc, obra del escultor Miguel Noreña, en el Paseo de la Reforma, el 21 de agosto de 1887. Su disertación la hizo, desde luego, en náhuatl. Publicó la Colección de gramáticas de la lengua mexicana en 1904, en la que reunió los trabajos de Olmos, Molina, Rincón, Galdo Guzmán, Carochi y Vetancourt. Tradujo del náhuatl al español escritos como La Leyenda de los Soles y algunos “autos” coloniales.
Otra faceta relevante fue la de arqueólogo e historiador. Creó la Comisión Científica de Cempoala en 1890, cuando era director del Museo Nacional, y recorrió diversos lugares costeños excavando en sitios como la Villa Rica, Nautla, Soledad, Medellín, Cotaxtla, Tecolutla, la Mixtequilla, Tlaliscoyan y otros más. A él se debe una descripción de Tajín sumamente interesante, en la que resalta su apreciación de la Pirámide de los Nichos: “El monumento es hermoso, severo, espléndido y especial en su estilo. Queda extasiado el observador ante obra tan perfecta ejecutada por los indios que habitaron la comarca y en ella florecieron dejándonos indeleble recuerdo de su permanencia en esta tierra privilegiada” (1891).
Su perfil como funcionario incluye haber sido director del Museo Nacional en dos ocasiones. También fue miembro –y presidente– de la Junta Colombina, que se creó con motivo del cuarto centenario del descubrimiento de América, junto con destacados estudiosos como don Jesús Galindo y Villa (quien escribió una biografía de don Francisco), Francisco Río de la Loza, Vicente Riva Palacio, Manuel Payno, Francisco Sosa, Fernando del Castillo y el arzobispo Plancarte y Navarrete. La exposición del cuarto centenario, inaugurada en Madrid en 1892, comprendía objetos prehispánicos, copias de códices, así como piezas relacionadas con grupos indígenas como tarahumaras, pames, mayas.
En su faceta de editor, publicó los Papeles de la Nueva España, en los que reunió diversas relaciones, además de su obra póstuma: Epistolario de la Nueva España. Ambas obras son imprescindibles para conocer datos y documentos del México antiguo. Para realizar esta labor edito- rial solicitó permiso para radicar en Europa, donde asistió a varios congresos de americanistas. También editó obras como Historia de las cosas de la Nueva España, de fray Bernardino de Sahagún; estudió el Códice Borbónico, el Cospi y otros documentos como el Memorial de los indios de Tepetlaoxtoc... El permiso se le concedió al tenor del siguiente oficio, firmado por el secretario de Instrucción Pública, don Joaquín Baranda:
Con esta fecha se concede licencia al C. Francisco del Paso y Troncoso, para estar separado del empleo de Director de este establecimiento [el Museo Nacional], hasta el último de setiembre del presente año, y se libra órden á la Secretaría de Hacienda para que el sueldo del interesado se le sitúe en París.
Comunicándolo a Ud., para su inteligencia y de- más fines.
Libertad y Constitución, México, febrero 11 de 1893.
¡Y pensar que fui director del Museo Nacional de Antropología y no aproveché la oportunidad...!
Para terminar sólo comentaré que hay de veracruzanos a veracruzanos. Unos han dado a su estado y al país aportaciones significativas que mucho los enaltecen, como es el caso que reseñamos. Otros, por el contrario, han quedado inscritos en los anales de la historia como ladrones y sinvergüenzas.
Cada quien en su lugar...
Eduardo Matos Moctezuma. Maestro en ciencias antropológicas, especializado en arqueología. Fue director del Museo del Templo Mayor, INAH. Miembro de El Colegio Nacional. Profesor emérito del INAH.
Matos Moctezuma, Eduardo, “¿Quién fue don Francisco del Paso y Troncoso?”, Arqueología Mexicana núm. 140, pp. 86-87.
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