El ahuehuete, del náhuatl ahuéhuetl, “viejo del agua”, o sabino es luna conífera de dimensiones colosales y de las de más larga vida. Crece a lo largo de los ríos, arroyos y manantiales, y conforma lo que Rzedowski (978) denomina bosques de galería. Es un árbol de más de 20 m de altura, con gruesos y espectaculares troncos y raíces enormes, extendidas y tortuosas; su corteza es suave, morena rojiza y de sabor astringente. Posee ramillas colgantes de 10 a15 cm de largo y hojas lineares rectas de 10 a 22 mm de largo por 1 mm de ancho (Guízar y Sánchez, 1991). Se localiza desde el sur de Estados Unidos hasta Guatemala (Muñoz, 1999). En México está ampliamente distribuido en lugares semicálidos (Guízar y Sánchez, 1991), templados y fríos, con alturas que van desde los 250 hasta los 2500 msnm (Sarmiento, 2000).
El ahuehuete es uno de los árboles con mayor tradición cultural en México. Baste mencionar que en la época prehispánica había extensos jardines (por ejemplo, en Texcoco y Chapultepec), creados a instancias de los gobernantes mexicas Nezahualcóyotl y Moctezuma. donde crecían dichos gigantes del agua. Durán (1984) habla de: “árboles muy grandes y coposos, de que los indios hacían mucho caso, por hallarse siempre a los pies de las fuentes, en lo cual fingían divinidad y misterio”.
Cabe mencionar que existen ejemplares majestuosos y famosos como el árbol del Tule, en Oaxaca, notable por su enorme diámetro; el árbol de la Noche Triste, en México, D.F., donde se dice lloró su derrota Hernán Cortés; o el ahuehuete de Chalma, estado de México, por citar algunos. Es posible que estos antecedentes hayan contribuido para que en 1921, la Escuela Nacional Forestal, por votación popular, lo declarara Árbol Nacional (Garda, 1965).
Desde el punto de vista etnobotánico, se ha establecido que su corteza, ramas y frutos poseen importantes propiedades medicinales (Hernández, 1959). Asimismo, su madera es útil en la construcción de muebles.
Además de anotar algunas de sus características morfológicas y resaltar sucintamente su importancia histórica y cultural, es pertinente apuntar la existencia de muestras y artefactos de madera de ahuehuete en el registro arqueobtánico de la Ciudad de México (Herrera, 1990, y Montúfar, 1998). Sin embargo, es hasta ahora, por primera ocasión, que se ha reportado la presencia de restos de pequeños fragmentos de hojas (de 4 a 8 mm de largo por 1 mm de ancho) en un tlecuil (fogón) procedente del sitio arqueológico de Tetzcutzinco, Texcoco, estado de México, y en varias ofrendas de Tlatelolco y de la Catedral metropolitana. Merecen especial atención las ramas, restos foliares y flores masculinas encontradas en excelente estado de conservación en la Ofrenda 102 de la casa de las Ajaracas, en la Ciudad de México.
Estos restos permitieron la identificación taxonómica precisa del ahuehuete (Taxodium micronatum) y constatan el significado ceremonial que el ahora Árbol Nacional de México tuvo entre los pobladores de las grandes ciudades prehispánicas de México-Tenochtitlan, México-Tlatelolco y Texcoco.
Aurora Montúfar López. Profesora-investigadora del INAH, especialista en arqueobotánica.
Montúfar López, Aurora, “El ahuehuete, árbol ritual prehispánico”, Arqueología Mexicana, núm. 49, p. 18.
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