Este método de composición —el empleado por el poeta Rubén Bonifaz Nuño— recuerda una de las principales discusiones de la arqueología, la de reconstruir o consolidar lo hallado. Durante mucho tiempo, predominó la idea de volver a edificar las pirámides, como ocurrió en Teotihuacan y Cholula. Con sentido del humor, Matos Moctezuma ha señalado que esa práctica revela la influencia tolteca, no la de los habitantes de Tula, sino la de Cementos Tolteca. Contra esta idea de reconstruir arquitectónicamente el pasado, Matos propuso una arqueología que no sólo preserve las piedras, sino su historicidad, es decir, el estado en que fueron encontradas. Esta postura alcanzó un momento crítico con el hallazgo del Templo Mayor. El arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, creador del Museo Nacional de Antropología, propuso la recreación del templo dual de los aztecas. El presidente José López Portillo, que había escrito un libro sobre Quetzalcóatl y se sentía un moderno emperador azteca, lo oyó con simpatía. Matos evitó el despropósito de convertir el sitio histórico en un parque temático, argumentando que el descubrimiento debía honrar a una cultura pretérita, pero también mostrar la forma en que había sido destruida. Al consolidar en vez de reconstruir lo hallado, la arqueología permite que varias capas del tiempo lleguen a nosotros; no restituye artificialmente el aspecto anterior de los edificios; los recupera sin que pierdan las heridas del tiempo.
Bonifaz Nuño hace una operación similar en su poesía. Con palabras llanas, próximas al lector contemporáneo, abre una ventana al pasado. Lo que dice es arcaico y reciente. Un mundo roto es visto con naturalidad desde el presente, que no ha dejado de parecerse a su modelo previo y que acaso correrá la misma suerte. El poeta habla del “corazón prestado” que porta el ser humano y del que nunca es enteramente dueño. El dilema se puede referir a un guerrero en la piedra de los sacrificios o a cualquiera de nosotros, sujetos a las tribulaciones del sentimiento.
Imagen: El Huey Teocalli o Templo Mayor fue excavado entre 1978 y 1982, bajo la coordinación del arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma. En esta foto se observan los desplantes de las diversas etapas constructivas del edificio, los cuales lograron sobrevivir a la destrucción causada por la conquista española y también a la del virreinato. Foto: Gliserio Castañeda García / INAH.
Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:
Villoro, Juan, “La poesía”, Arqueología Mexicana, edición especial, núm. 95, pp. 60-89.