Los orígenes de la Danza de Concheros o Danza Azteca, que en Tetelcingo se conoce como Danza de los Apaches, se sitúa, según Moedano (1972), en la legendaria batalla de Sangremal que tuvo lugar cerca del actual Querétaro. La leyenda narra que la aparición de una cruz en el cielo, acompañada por la figura de Santiago Apóstol, favoreció el triunfo de los españoles en el combate que sostenían contra los chichimecas. Ante la sorprendente aparición, los guerreros nativos dejaron de luchar, aceptaron la religión católica y recibieron de los españoles una cruz de piedra en torno a la cual comenzaron a bailar exclamando constantemente: “Él es Dios”. A partir de entonces se generó una dramatización ritual y un culto a Santiago Apóstol que –ya en forma de danza– se difundieron entre los pueblos otomíes del Bajío y fueron extendiéndose hacia otras áreas como Michoacán y la Ciudad de México, hasta conformar una hermandad religiosa.
En el siglo XIX quedaron definidas la organización del culto, las creencias y ceremonias básicas. Entre ellas, la realización de la danza en forma circular en los atrios de las iglesias, la presencia de estandartes que identifican a los grupos de danzantes, la participación ceremonial de hombres y mujeres de todas las edades, la peregrinación hacia diferentes santuarios, los trajes e instrumentos musicales utilizados, y la asistencia a festividades religiosas de determinados pueblos. En contraposición con los orígenes pro-cristianos de la danza, los grupos de danzantes que integraron posteriormente la Hermandad de la Santa Cuenta se constituyeron como un culto de corte nativista y de reculturación. Su propósito fue defender y perpetuar la cultura y la religión indígenas a través de la danza y los múltiples rituales que practican, como las oraciones colectivas la noche anterior a la danza y el sahumado de los instrumentos con copal antes de comenzar el baile, que mantienen vivo un sentimiento de solidaridad con la tradición prehispánica.
Como parte de este movimiento, existen en Tetelcingo dos grupos de danzantes. El más antiguo data de 1930 aproximadamente y su estandarte proclama el nombre de “Cristo Rey”. Cada año el grupo recibe dos o tres nuevos miembros que son iniciados en la práctica de la danza y en el elaborado ritual que la precede y la acompaña. Ambos grupos suelen participar con la sola recompensa de la comida colectiva ofrecida por el mayordomo. Lo que más importa a los Apaches es hacer presente a la comunidad sus orígenes prehispánicos, retrotraerla a los tiempos de la llegada de los invasores e inducirla a recordar que su presente forma parte de una historia milenaria.
Para leer más
Moedano, Gabriel, “Los hermanos de la Santa Cuenta: un culto de crisis de origen chichimeca”, en Religión en Mesoamérica, XII Mesa Redonda de la Sociedad Mexicana de Antropología, Litvak y Castillo Eds., México, 1972.
Alicia M. Barabas. Licenciada en ciencias antropológicas por la Universidad de Buenos Aires. Maestra y doctora en sociología por la UNAM. Profesora investigadora emérita del INAH. Investigadora nacional nivel III, SNI-CONACYT.
Tomado de Alicia M. Barabas, “Rituales contemporáneos de los nahuas de Tetelcingo, Morelos. Parte 3”, Arqueología Mexicana, núm. 195, pp. 12-13.

