Las causas de la conservación de las lenguas indígenas
En muchos casos, las hablas que se han conservado pueden localizarse en regiones montañosas, desérticas o en cualquier forma aisladas y su conservación parece deberse en parte a esa incomunicación. Efectivamente, las carreteras, las líneas aéreas, el teléfono, la radio y el establecimiento de las escuelas rurales han venido a introducir el español en lugares anteriormente apartados. El efecto ha sido a veces la eliminación paulatina, después de tres o cuatro generaciones, de la lengua autóctona. Sin embargo, hay comunidades que han adoptado el idioma español sin dejar de emplear el materno. El cariño por éste trasciende las simples consideraciones prácticas, de tal manera que el pueblo se vuelve bilingüe.
Podemos destacar el nahua, el yucateco y el zapoteco, entre los idiomas que seguramente seguirán utilizándose por mucho tiempo a pesar de la extensión de la lengua nacional. En estos casos, el idioma continúa en uso entre las masas populares, y se va creando una literatura en prosa, poesía y canto, que lo hará persistir inclusive después de la aculturación de las regiones. La lengua no es puramente un instrumento para comerciar y buscar trabajo, por lo que, dondequiera que se respeten las tradiciones, la gente se interesa por conservar su habla materna. No sólo eso, sino que en muchas regiones el uso del idioma se generaliza a tal grado que los comerciantes y profesionales llegados de fuera se sienten obligados a aprenderlo para facilitar el desempeño de sus actividades.
Riqueza expresiva de las lenguas
Algunas personas equivocadamente creen que los idiomas de los indígenas son pobres jergas malformadas y se extrañan de su persistencia a través de los siglos; pero los peritos han comprobado que es la lengua una de las primeras grandes invenciones de la especie humana, que se perfeccionó a través de miles de años en todo el mundo. Cada idioma tiene su propia manera de enlazar las palabras en los giros expresivos y formación de las oraciones; pero todos lo hacen con facilidad para externar sus emociones y manifestar sus pensamientos más sutiles. La principal diferencia entre el habla de los habitantes de la selva y los de la ciudad estriba en el número de vocablos que utilizan ambos, puesto que siempre existen palabras necesarias para expresar los artefactos y conceptos idóneos a cada comunidad. Aún más, cada lengua tiene capacidad para formar nuevas palabras y asimilar voces extranjeras cuando se ensancha el horizonte del pueblo o cuando se desarrollan sus ciencias y conocimientos.
El español ha tenido que adoptar un sinnúmero de voces indígenas para expresar las nuevas cosas y conceptos que aprendió de los indígenas como: elote, olote, cuitlacoche, zapote, cacao, cacahuate, chocolate, tomate, ate, guajolote, tlacuache, zopilote, ocelote, ixtle, nahual, cuate, tocayo, mole, chile, etcétera. El mapa de México abarca una gran cantidad de nombres de ríos, pueblos y cerros tomados de los distintos idiomas indígenas, como Tampico (“lugar de perro”) y Tancanguitz (“lugar de flores”) del huasteco; Zacapu (“piedra”) y Tzintzuntzan (“colibrí”) del tarasco; pathé (“caliente-agua”) del otomí; Chayuco (“pie-cerro”) y Yosondwa (“llanura honda”) del mixteco; Chetumal (che-tem-al, “tronco muy pesado”) y Acanceh (akan-keh, “rugido-venado”) del yucateco; Oaxaca (“lugar de huajes”), Tula (tol-lan, “tule-tierra”), etc., del nahua.
Los idiomas indígenas de México han tomado palabras del español, pero como vemos no ha sido un proceso unilateral sino mutuo. […]
Tomado de Mauricio Swadesh, “Ochenta lenguas autóctonas”, en Esplendor del México antiguo, varios autores, Centro de Investigaciones Antropológicas de México, México,1959, pp. 85-86.
Swadesh, Mauricio, “Lenguas aisladas”, Arqueología Mexicana, edición especial núm. 85, p. 24.