En los códices prehispánicos encontramos, sin duda, el mayor repositorio de animales y seres extraordinarios que se haya representado dentro de la plástica indígena mesoamericana. Así, los animales (y otras entidades originadas en la imaginería religiosa antigua) aparecen regularmente en los glifos de numerosos pueblos o lugares que conforman algunas de las escenas más representativas en las pictografías históricas. De manera semejante, en estos documentos se registran también nombres de señores y gobernantes que llevan en sus apelativos imágenes de animales que, en la mayoría de las ocasiones, integran o llegan a formar parte de un nombre personal o de un nombre calendárico.
Si bien, en códices históricos o en aquellos documentos que presentan elementos cartográficos se conjugan libremente representaciones de la fauna y la geografía con el hábitat humano, la aparición de diversos animales y seres fantásticos en códices de tipo adivinatorio señala, por otro lado, un significado especial dentro del pensamiento indígena. En efecto, es muy probable que, a lo largo de las páginas que conforman estos manuscritos, hallemos un gran número de animales y seres sobrenaturales que no suelen figurar de manera abundante en otro tipo de documentos. En numerosos relatos, que llegaron a recopilarse en textos desde mediados del siglo XVI, sobresalen los dedicados a la “creación y principio del mundo”, en los que los dioses tuvieron un papel protagónico para dar origen a la vida. Según la Historia de los mexicanos por sus pinturas, las deidades “…hicieron el agua y en ella criaron a un peje grande que se dice çipaqcli, que es como caimán, y deste peje hicieron la tierra, como se dirá” (Mitos e historias…, 2002, pp. 28-29).
Más adelante el mismo texto señala: “Después, estando todos cuatro dioses juntos, hicieron del peje çipacuacli la tierra, a la cual dijeron Tlaltectli, y píntanlo como dios de la tierra tendido sobre un pescado, por averse hecho dél” (Mitos e historias..., 2002, pp. 28 y 31). Aunque pareciera haber una contradicción entre la descripción y el nombre del animal (un pez que es como caimán), indudablemente es una referencia al gran ser acuático que los dioses escogieron para conformar la Tierra, por lo que se trata de una creatura mítica que lleva el nombre náhuatl del pez sierra, pero que, al mismo tiempo, remite al cipactli como el lagarto o cocodrilo primordial.
Tomado de Manuel A. Hermann Lejarazu, "Cipactli. Animales de la creación", Arqueología mexicana, edición especial 121, pp. 12-15.