Jorge Arturo Talavera González
El estudio de los procesos de aprovechamiento del cuerpo humano en el México prehispánico demuestra que éste lo mismo se utilizaba para sacrificios propiciatorios que para fines prácticos, como la manufactura de ornamentos y herramientas.
El sacrificio humano durante la época prehispánica es uno de los temas que más emociones encontradas produce al salir a colación lo mismo en reuniones académicas que en pláticas informales entre estudiantes y colegas. En muchas ocasiones pone a prueba los lazos afectivos de los interlocutores. ¿Cómo pensar eso sobre nuestros antepasados? El tema ha generado una serie de interpretaciones en relación con la violencia ejercida en el pasado, ya sea como elemento de control social o con una finalidad de cohesión religiosa, así como sobre la diversidad de formas documentadas, los tratamientos póstumos y los ritos. Todo ello ha causado el asombro y el recelo entre los estudiosos del tema.
El sacrificio, una de las prácticas rituales más antiguas en Mesoamérica, se vio intensificado en los periodos de militarismo expansivo; con el sacrificio ritual el hombre contribuía a la continuidad del mundo, pagando su deuda al entregar a los dioses la sangre y el corazón a cambio de mantenimientos como el agua, la buena cosecha, la salud, la vida y por supuesto la persistencia del mundo.
Una propuesta para explicar el tema y que hasta el momento no se había considerado es la existencia del consumo de carne humana y del aprovechamiento del cuerpo humano, cuestiones examinadas mediante evidencias físicas o arqueológicas.
A principios de la década de los setenta del siglo XX algunos antropólogos físicos norteamericanos, especializados en modificaciones culturales en restos óseos humanos, comenzaron a revisar los esqueletos de algunos sitios del sur de Estados Unidos, con el fin de establecer prácticas antropofágicas en el pasado (Turner, 1983; Turner y Morris, 1970; Turner y Turner, 1993). Propusieron una serie de requisitos mínimos para considerar un conjunto de materiales humanos como caso de antropofagia: huellas de corte en las inserciones musculares, alteraciones producto de la exposición al fuego, fracturamiento de huesos largos para extraer la médula ósea, y que hubieran sido arrojados a un basurero junto con otros desechos.
En México, desde hace 28 años la doctora Carmen Pijoan ha documentado y concluido que el sacrificio humano se distribuye por todo el país desde el más remoto pasado, 3000 a.C., hasta algunos años después de la conquista. Asimismo, apunta cómo después de la muerte ritual, el cuerpo era cortado para utilizar sus partes –la cabeza, los miembros superiores e inferiores y el tronco– como ofrenda en centros ceremoniales o exhibir los despojos en estructuras de madera conocidas como tzompantlis, sin olvidar casos como el entierro 14 de Tlatelolco, donde se depositaron en un solo momento los huesos descarnados de 150 hombres, mujeres y niños (Pijoan, 1997). En un número anterior de esta revista fueron presentados varios ejemplos de restos óseos que muestran diversos tratamientos sacrificiales (Talavera y Rojas, 2003).
Talavera González, Jorge Arturo, “Aprovechamiento del cuerpo humano en el México prehispánico”, Arqueología Mexicana núm. 91, pp. 72-75.
• Jorge Arturo Talavera González. Investigador de la Dirección de Antropología Física del INAH. Cursa el doctorado en historia-etnohistoria por la ENAH. Realiza investigaciones sobre el aprovechamiento del cuerpo humano en el México prehispánico y sobre antropología forense.
Texto completo en la edición impresa. Si desea adquirir un ejemplar: http://raices.com.mx/tienda/revistas-la-religion-mexica-AM091