En la antigüedad prehispánica el oro producido en las pequeñas pero numerosas localidades mineras auríferas del área mesoamericana no pudo ser consumido localmente en su totalidad. El oro en polvo se llegó a ofrendar en Teotihuacan, donde se le halló cubriendo un túmulo (Bargalló, 1966, p. 23; Cook de Leonard, 1971, p. 189). Para el periodo Posclásico Tardío se documentó la recaudación de tributo de oro, como se muestra en algunos códices.
La cronología del aprovechamiento del oro nativo en el México prehispánico no ha sido aún determinada con certeza, pero se puede decir que al igual que en el resto del mundo, los primeros aprovechamientos ocurrieron donde el oro se hallaba a la vista y su extracción sólo requería operaciones de concentración mecánica, cuya forma más elemental consiste en recoger manualmente las partículas visibles entre el material aluvial, como arenas, limos y gravas de arroyos y ríos.
Tomado de Adolphus Langenscheidt, “El oro en el área mesoamericana”, Arqueología Mexicana núm. 99, pp. 20-23.
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