Los “bultos” entre las comunidades mayas tienen una antigüedad que se puede atestiguar, arqueológicamente, desde finales del Preclásico hasta la Colonia. Su contenido y uso variaba, pues dependían de las ceremonias y rituales a los que estaban destinados. El propósito de este trabajo es presentar, brevemente, aquella información que se ha podido rescatar sobre el tema mediante diversas fuentes históricas, arqueológicas, iconográficas y epigráficas.
Iconografía y epigrafía
Las primeras investigadoras que identificaron los bultos en el arte maya fueron Tatiana Proskouriakoff (1963-1964) y Merle Greene (1972), quienes al observar los dinteles 1, 5, 7, 32, 53 y 54 de Yaxchilán, Chiapas, señalaron que en dichas escenas se podía observar al gobernante de la ciudad en turno y frente a él a una mujer, generalmente una de sus esposas, sosteniendo entre las manos un objeto de material ligero, dado que en ocasiones lo cargan con una mano, y que estaba atado. Por eso llamaron a esos objetos “bultos”.
Ambas propusieron que las escenas estaban relacionadas con el papel que las mujeres desempeñaban como madres de los herederos y que el contenido del bulto podría ser “la dote” (Proskouriakoff), o los objetos necesarios para el ritual de purificación posterior al parto (Greene): “pieles de tigre, lancetas de obsidiana, espinas de raya, cuerdas y hongos, o alucinógenos” (Ayala, 2002, p. 15), y cuya función sería la de establecer el contacto con los dioses.
La información epigráfica actual nos permite tener más información acerca de las ceremonias desplegadas en dichos monumentos, y sabemos que fueron mandados hacer por Pájaro Jaguar (IV), incluidos los dinteles 32 y 53, donde la mujer representada es su madre, la señora Ik’ Cráneo. En los otros se autorrepresentó, acompañado de alguna de sus esposas, festejando su entronización (9.16.1.0.0, 11 ajaw, 8 tzek, 29 de abril de 752) o fechas de finales de periodo. En todas las escenas el bulto es sostenido por las mujeres y en dos ocasiones (dinteles 1 y 5) éstos llevan la inscripción ikatz, “carga”, dentro del bulto, y el verbo que describe la acción realizada es: ahk’ot/ahk’otaj, “bailar, bailó”, lo cual, como señalara Nikolai Grube, es una actividad congruente con las ceremonias chamánicas para sacralizar los objetos empleados en ellas. La pregunta que surge es ¿y qué contenían los bultos?
Debo señalar que a estas representaciones de bultos podemos agregar: la Estela 9 de La Florida (Guatemala), el Disco de Toniná (Chiapas), el Vaso de la Serie Inicial de Uaxaktún (Guatemala) y el Vaso de los 9 Dioses (de procedencia desconocida), aunque en estos casos las escenas asociadas difieren de aquellas registradas en Yaxchilán, especialmente la Estela de La Florida y el Vaso de Uaxactún, ya que en ellos lo anudado son vasijas redondas o cuadradas colocadas una sobre otra, es decir lo que los arqueólogos llaman “labio con labio”, y que han sido localizadas en varios lugares dentro de caches o escondrijos. Desde luego, podemos preguntarnos: ¿era igual el contenido de estas “ofrendas atadas” al de los bultos? Para saberlo tenemos que acudir a la información histórica, etnográfica y arqueológica.
Ayala Falcón, Maricela, “Bultos sagrados de los ancestros entre los mayas”, Arqueología Mexicana núm. 106, pp. 34-40.
• Maricela Ayala Falcón. Doctora en historia. Investigadora especializada en epigrafía maya en el Centro de Estudios Mayas del Instituto de Investigaciones Filológicas, UNAM; imparte el curso “Introducción a los textos mayas” y el “Seminario de epigrafía maya” en la Facultad de Filosofía y Letras, UNAM.
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