Cosmogonía y vida cotidiana en Kohunlich

 Adriana Velázquez Morlet

 

Lomerío de corozos

Alguien o Algo, quizás el tiempo, dejó a un bosque de corozos del sur de Quintana Roo la misión de resguardar uno de los asentamientos mayas más importantes de la región: Kohunlich. La tarea no es fácil: ha significado enfrentar el embate de una modernidad que parece incontenible. Pese a todo, ahora comienzan a emerger los vestigios de una importante ciudad prehispánica, cuyos componentes evidencian la compleja actividad social y productiva desarrollada a lo largo de su historia.

Kohunlich ("lomerío de corozos", en maya) fue una ciudad de segundo orden, dentro de la jerarquía de asentamientos del sur de la Península de Yucatán, superada en tamaño y volumen constructivo por Dzibanché o Calakmul, centros en donde aparentemente se concentraba el poder político y la toma de decisiones. No obstante haber conservado una intensa relación con Dzibanché, Kohunlich parece haber mantenido cierta autonomía, reflejada en un particular estilo arquitectónico y una singular utilización de los espacios públicos y privados.

 

Dioses-hombres y hombres-reyes. El mundo cosmogónico

El complicado proceso de configuración de un sistema simbólico, cuya intención fundamental era consolidar a un incipiente grupo en el poder por medio de nuevas ideas y percepciones del mundo, parece haber abarcado el sur de Quintana Roo, parte del sur de Campeche, el norte de Belice y el Petén guatemalteco. El desarrollo de estas ideas resultó en la aparición de un estilo arquitectónico, identificado por los especialistas como "tipo Petén", cuyas fachadas se decoraron con elementos ornamentales en estuco, comúnmente llamados “mascarones”, y que son una de las mejores manifestaciones de la historia del poder -historia que aquí se pretende abordar.

La posibilidad de destinar mucho tiempo y abundantes medios materiales a la construcción de estas obras arquitectónicas, debió responder a una sociedad con un eficaz sistema productivo, encabezada por un grupo que enfrentaba la necesidad de justificar su presencia en esa posición privilegiada. La manera más eficaz de conseguirlo era la de presentarse a sí mismos como distintos por naturaleza, investidos con caracteres sobrehumanos y protegidos por seres superiores. Aunque exitoso, este procedimiento no resultó sencillo, ya que involucraba un alto grado de conocimientos, así como una enorme inversión de esfuerzo y recursos.

Los mascarones del templo principal de Kohunlich muestran la complejidad que adquirió la sociedad maya, a partir de los primeros siglos de nuestra era. Cada uno de estos mascarones es, en síntesis, la representación misma del cosmos; como en otros casos documentados en la región, por ejemplo en Lamanai y Cerros en Belice, el motivo principal en cada uno de ellos es una careta monumental, representada de frente y ornamentada con una serie de elementos y figuras complementarias. Los complicados componentes que concurren en los mascarones están relacionados a la soberanía inherente a los gobernantes.

La reunión de estos elementos tenía la función de legitimar el naciente poder político de la elite de Kohunlich; los rostros que aparecen como elementos principales de los mascarones, parecen corresponder a personajes históricos reales, investidos con atributos que los colocan en el centro del universo y, por supuesto, de la vida misma de la comunidad. De esta manera, toda actividad humana tendría que estar sancionada y dirigida por los miembros del linaje aquí representado.

Este sistema de representaciones se modificó a partir del 600 d.C., cuando fue sustituido por nuevos conceptos que abandonaban la escultura arquitectónica y hacían énfasis en la presentación de mensajes por medio de estelas y altares. Desafortunadamente, los mensajes glíficos e iconográficos producidos en ese tiempo se perdieron, en razón de haber sido pintados o modelados sobre los recubrimientos de estuco de estelas y fachadas de edificios; a la fecha, sólo contamos con fragmentos dispersos que, aunque insuficientes para reconstruir la historia política de aquel momento, permiten entrever un complicado arreglo social, respaldado por un sistema simbólico igualmente complejo. Los hallazgos aislados de representaciones en estuco del glifo Ahau, asociado al rango de rey, así como de una representación del dios K (G II de la Tríada de Palenque), tradicionalmente ligado al sacrificio de la sangre, la soberanía y la evocación de los ancestros, son pruebas de ello.

 

Adriana Velázquez Morlet. Arqueóloga. Directora del Centro INAH en Quintana Roo.

 

Velázquez Morlet, Adriana, “Cosmogonía y vida cotidiana en Kohunlich”, Arqueología Mexicana 14, pp. 32-36.

 

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