El calendario mesoamericano

Rafael Tena

La Rueda Calendárica

El calendario mesoamericano era el resultado de la combinación entre un ciclo de 365 días, llamado en náhuatl xiuhpohualli o “cuenta del año” (haab en maya), y otro ciclo de 260 días, llamado en náhuatl tonalpohualli o “cuenta de los días” (tzolkín en maya). Obviamente, el xiuhpohualli es un cómputo del año solar, pero se desconoce el origen preciso del ciclo de 260 días, aunque es probable que esté relacionado con los ciclos conjuntos del Sol, la Luna y el planeta Venus.

El xiuhpohualli constaba de 18 “meses” de 20 días cada uno –por lo que más apropiadamente se les debe llamar “veintenas”–, más cinco días complementarios, lo que en total da los 365 días del año solar vago. Las 18 veintenas formaban la serie nahua atlcahualo-izcalli (en maya, pop-cumkú, equivalente a la nahua tlaxochimaco-hueitecuílhuitl), y los cinco días complementarios se llamaban nemontemi en náhuatl (uayeb en maya).

Por su parte, el tonalpohualli estaba formado por 20 trecenas, que dan un total de 260 días. Cada día de este ciclo tenía su nombre propio, que constaba de dos elementos combinables: un número de la serie 1-13, y un signo de la serie vigesimal cipactli-xóchitl entre los nahuas (o imix-aháu entre los mayas). Las dos series se sucedían cíclicamente, y los 260 días del ciclo completo (13 por 20) corresponden en cierto modo a nuestra semana (pues había 260 nombres de día diferentes).

Se requería el transcurso de 18 980 días nominales, equivalentes a un “siglo” de 52 años, para que se agotaran todas las posiciones posibles de un día cualquiera del tonalpohualli dentro del xiuhpohualli, y viceversa. En un ciclo de 52 años, que entre los nahuas pudo recibir el nombre de xiuhnelpilli o “atado de años”, cabían exactamente 73 tonalpohualli. También cada uno de los 52 años tenía su nombre propio, formado por un numeral de la serie 1-13 y por uno de cuatro signos diurnos; dicho nombre correspondía al de un día del tonalpohualli en determinada posición dentro del xiuhpohualli. Entre los nahuas del Posclásico los signos portadores de año eran tochtli, ácatl, técpatl y calli, mientras que entre los mayas del Clásico los signos portadores eran manik, eb, cabán e ik, equivalentes a los nahuas mázatl, malinalli, olin y ehécatl. Al cómputo resultante de la combinación cíclica entre el xiuhpohualli y el tonalpohualli se le suele llamar “rueda calendárica”.

Tanto los nahuas como los mayas utilizaban una fórmula abreviada para los fechamientos, pues ordinariamente no se mencionaban en forma completa todos los elementos que intervenían en una fecha, a saber: el día del tonalpohualli, el ordinal del día dentro de la veintena, y el año. Los nahuas preferían enunciar sólo el día del tonalpohualli y el año; decían, por ejemplo: 8 ehécatl de 1 ácatl. Los mayas, en cambio, sólo enunciaban el día del tzolkín y el ordinal dentro de la veintena; decían, por ejemplo: 4 aháu 8 cumkú.

La hipótesis del ajuste periódico análogo al bisiesto

Tanto los mayas como los nahuas conocieron con bastante aproximación la duración exacta del año trópico; por eso es muy probable que computaran la diferencia entre esta duración calculada y la del año vago de 365 días, y que hayan efectuado un ajuste periódico análogo al bisiesto europeo. Respecto a los mayas del Posclásico, fray Diego de Landa anotó: “Tenían su año perfecto como el nuestro, de 365 días y 6 horas. De estas 6 horas se hacía cada cuatro años un día, y así tenían de cuatro en cuatro años el año de 366 días”. Y por lo que se refiere a los nahua-mexicas, fray Bernardino de Sahagún escribió: “En lo que dice [el religioso anónimo] que faltaron en el bisiesto, es falso; porque en la cuenta que llaman calendario verdadero cuentan 365 días, y cada cuatro años contaban 366 días”.

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Las fuentes históricas nos proporcionan el dato básico de que los españoles que acompañaban a Hernán Cortés entraron a la ciudad de México-Tenochtitlan el martes 8 de noviembre de 1519, correspondiente a la fecha indígena: día 8 ehécatl, noveno día de la veintena de quecholli, del año 1 ácatl. A partir de este punto de contacto, y conociendo la estructura general de ambos calendarios, se puede reconstruir la estructura concreta del calendario mexica y afinar su correlación con el calendario juliano-niceno (el calendario “juliano-niceno” es el calendario de Julio César, 45 a.C., con el equinoccio de primavera el 21 de marzo en vez del 25 de marzo –reforma del Concilio de Nicea, año 325 d.C. El calendario juliano-niceno antecedió al calendario gregoriano vigente). Sin embargo, esta correlación resulta válida inicialmente sólo para el momento del contacto; la validez de la correlación podrá extenderse en el tiempo en la medida en que logre probarse la hipótesis de un ajuste periódico análogo al bisiesto europeo.

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Rafael Tena. Maestro en historia. Investigador de tiempo completo en la Dirección de Etnohistoria del INAH. Especialista en lengua e historia de los antiguos nahua-mexicas.

Tomado de Rafael Tena, “El calendario mesoamericano”, Arqueología Mexicana, núm. 41, pp. 4-11.