El entorno volcánico en México

Servando de la Cruz Reina

En la naturaleza del fenómeno volcánico destacan tres factores: la distribución espacial de los volcanes, la distribución temporal, y la naturaleza e intensidad de la actividad volcánica.

 

Las relaciones e interacciones entre entidades tan disímiles como las sociedades y los volcanes son sumamente complejas y obedecen a diversos factores. Algunos de ellos son inherentes a las particularidades culturales e históricas de las sociedades; otros, a los que haremos referencia aquí, se refieren a la naturaleza del fenómeno volcánico. Entre los factores de mayor relevancia se cuentan los relacionados con la exposición a la actividad volcánica que en el espacio y en el tiempo pueda tener una determinada sociedad, lo que nos lleva a considerar la distribución espacial y la temporal de los volcanes. De igual importancia es un tercer factor: la naturaleza e intensidad de la actividad volcánica, que por su variedad puede influir de formas muy diferentes (positiva y negativamente) en la evolución de una sociedad. Aquí examinaremos brevemente estos tres aspectos, con el propósito de establecer un marco de referencia para los estudios del impacto e influencia que el vulcanismo ha ejercido sobre las sociedades en el pasado.

 

Distribución espacial

 

Los volcanes activos no se encuentran dispersos arbitrariamente sobre la superficie de la Tierra, sino que se distribuyen en diferentes regiones definidas por procesos tectónicos globales, como las interacciones de las placas tectónicas que conforman la corteza y las corrientes convectivas del manto terrestre que las mueve. México es una de esas regiones tectónicamente activas y los volcanes resultantes de esos procesos son parte característica del paisaje de muchas regiones del país, especialmente en la faja central que se extiende desde Nayarit hasta Veracruz. También existen zonas volcánicas importantes en Baja California y en Chiapas. ¿Es coincidencia que algunas de esas zonas se hallen densamente pobladas? No lo es. Si bien la actividad volcánica puede tener efectos destructivos, éstos pueden ser sobrepasados por sus efectos benéficos. Las tierras de origen volcánico son fértiles, por lo general altas, de buen clima, y ello explica el crecimiento de los centros de población en esos sitios.

Una sociedad asentada en un sitio donde el suelo se renueva y remineraliza repetidamente por efecto de las caídas de ceniza que provoca la actividad volcánica, necesariamente debe adquirir una conciencia de la relación de beneficio y riesgo que esa actividad representa.

 

Distribución temporal

 

Aparece entonces el segundo factor, que es la frecuencia de las erupciones, especialmente la de las más grandes y destructivas. Este segundo factor no es independiente del primero, ya que la frecuencia de la actividad eruptiva puede estar relacionada con la intensidad de los procesos tectónicos en determinada región. Cómo se distribuyen las erupciones de un volcán o de un grupo de volcanes en el tiempo es uno de los problemas fundamentales del análisis del riesgo volcánico.

En términos generales, puede decirse que una secuencia de erupciones está lejos de ser un proceso periódico, pues no ocurre en ciclos de duración definida, y se encuentra más cerca de un proceso aleatorio. Esto se debe a la gran cantidad de factores independientes que contribuyen a generar una erupción. El azar implícito en las erupciones contribuye en gran medida a que la percepción del riesgo dependa del predominio de erupciones menores o de que la tasa en que ocurren erupciones mayores sea relativamente alta.

 

Naturaleza e intensidad de la actividad volcánica

 

Esos argumentos nos llevan al tercer factor. Es evidente que una región donde predomina una actividad volcánica de baja intensidad, que eventualmente produce erupciones menores cuyo principal efecto son emisiones moderadas de ceniza que tienden a mejorar la calidad del suelo, favorecerá el desarrollo de cualquier sociedad. En contraste, en una región donde la actividad volcánica se ha manifestado en intensas erupciones explosivas y devastadoras, será la causa de graves desastres. La explosividad de las erupciones, esto es su capacidad destructiva, depende como todos los procesos volcánicos de una multitud de parámetros, entre los que destacan cuatro: la composición del magma; la cantidad de volátiles como agua, CO2, SO2 y otros gases que lleve en solución; su viscosidad, que depende de los parámetros anteriores y de la temperatura, y la velocidad a la que ascienden y se emiten en la superficie.

 

De la Cruz Reina, Servando, “El entorno volcánico en México”, Arqueología Mexicana núm. 95, pp. 34-39.

 

Servando de la Cruz Reyna. Físico por la Facultad de Ciencias de la UNAM. Maestro en ciencias por la Universidad de Toronto, Canadá, y doctor en ciencias por la Universidad de Kyoto, Japón. Investigador del Instituto de Geofísica, UNAM. Miembro de la Academia Mexicana de Ciencias y del SNI. Especialista en vulcanología, física del interior de la Tierra, dinámica de fluidos y riesgos geológicos.

 

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