Leonardo López Luján, Gabriela Sánchez Reyes
Algunas edificaciones barrocas del Centro Histórico tienen empotradas en sus fachadas esculturas prehispánicas que fueron descubiertas de manera fortuita en el siglo XVIII. Su ostensible presencia en la arquitectura novohispana de ese siglo, nos revela el creciente aprecio que los habitantes de la ciudad de México tenían por las expresiones artísticas de la antigua Tenochtitlan.
a Carlos Navarrete Cáceres
Las esculturas prehispánicas como elementos de ornato
La prolongación hacia el oriente de la célebre calle de Moneda, en el Centro Histórico de la ciudad de México, recibe actualmente el nombre de Emiliano Zapata. Si caminamos siete cuadras desde el Zócalo, siguiendo dicha prolongación, encontraremos la casa con los números 74-76 justo en el cruce con la calle San Marcos. Es ésta una construcción de cierta relevancia que, pese haber sido modificada en su interior para alojar comercios de ropa, aún conserva muros y vanos de la estructura original que se remonta a tiempos del virreinato. Lo más interesante, empero, no es su arquitectura, sino la presencia de una espectacular talla mexica justo sobre la arista donde confluyen los paños de sus dos fachadas.
La escultura en cuestión, que como veremos más adelante, representa la cabeza de un jaguar, le da un carácter propio a este inmueble y nos evoca una serie de edificaciones barrocas del Centro Histórico que están o estuvieron engalanadas con tallas prehispánicas: la residencia de los condes de Santiago Calimaya, en Pino Suárez y Salvador, con su abultada cabeza de serpiente emplumada; la Casa de la Primera Imprenta, en Moneda y Licenciado Primo Verdad, con otra bella cabeza de ofidio; la mansión del marqués de Prado Alegre, en Madero y Motolinia, con un bajorrelieve que figura el glifo chalchíhuitl, y la casa de Luis de Castilla, en Argentina y Justo Sierra, con una biznaga de exquisito naturalismo (véase Arqueología Mexicana, núms. 76, 109 y 114).
Todos estos casos ilustran una costumbre muy difundida en el siglo XVIII, consistente en reutilizar esculturas recién exhumadas de las ruinas de Tenochtitlan y de Tlatelolco como elementos decorativos no sólo de las viviendas señoriales, sino también de las casas más humildes de la capital de la Nueva España (véase López Luján y Gaida, en prensa).
López Luján, Leonardo, y Gabriela Sánchez Reyes, “El jaguar mexica de la calle Emiliano Zapata en la ciudad de México”, Arqueología Mexicana núm. 115, pp. 78-81.
• John M.D. Pohl. Profesor adjunto en el Departamento de Historia del Arte en la UCLA. Curador de la exhibición “Children of the Plumed Serpent: The Legacy of Quetzalcóatl in Ancient Mexico”
Texto completo en la edición impresa. Si desea adquirir un ejemplar: http://raices.com.mx/tienda/revistas-cholula-la-ciudad-sagrada-AM115