Los primeros hombres que observaron el cielo trazaron líneas imaginarias entre las estrellas más brillantes, formaron figuras e inventaron historias que les permitirían recordarlas, identificarlas y conocer su lugar y su tránsito por el cielo nocturno. Los astrónomos actuales nombran las estrellas según el imaginario del Viejo Mundo: en México, las líneas invisibles formaron otras figuras, se localizaron en el cielo mediante otros relatos.
La tradición oral no se limita a cuentos, mitos, plegarias y demás; incluye también nociones del tiempo, el espacio, el comportamiento que rara vez son expresadas de manera verbal u ordenada. Las cosmovisiones se portan, no se enuncian. Esta descripción me fue dictada hace casi cincuenta años en San Mateo del Mar por Juan Olivares, pescador y gran conocedor de una cultura rápidamente cambiante –estos conocimientos del mundo entre los adultos regían desde que se tenía memoria. No fue la ciencia positiva ni la razón occidental –con la cual tenían ya estrecho contacto a través de las escuelas, iglesias, vecinos, migrantes, visitantes– lo que ha modificado esta visión del mundo, no. Muchas personas –los ikoods mismos– podrían preguntarse por qué un pueblo que no siembra pide con tal veneración la lluvia. La razón es que la pesca depende tanto de la lluvia como los cultivos.
Pero la pesca cambió por completo por la construcción de una presa sobre el río Tehuantepec, que al modificar el flujo de agua dulce hacia el mar alteró la salinidad y propició la formación de barras y bancos arenosos, la sobreexplotación pesquera, el cambio en los métodos de pesca dictados por el mercado y la competencia con los vecinos que pescan también en la Laguna Superior –todo ello en menos de un siglo. El cambio climático que modificó las condiciones particulares del entorno próximo, la desaparición de las prácticas y formas de pesca nativas anulan los conocimientos ancestrales que, si se conservan, no volverán a estar asociados con la vida y el trabajo, sino con las curiosidades recopiladas tiempo atrás.
El mundo es redondo como una moneda, el cielo es como una jícara volteada sobre el mundo. Y por la parte de adentro de esa jícara pasan el sol, la luna y las estrellas. Abajo del mundo nada más hay un hueco; allí está una muchacha alta y larga que se llama jal nüch. Ella carga la tierra; cuando se cansa, se acomoda y por eso tiembla. Cuando tiembla no se espantan; sólo dicen que la muchacha se está acomodando.
El sol es macho, es Dios eterno, está allí desde el principio: por eso brilla menos en Semana Santa, porque es cuando Dios se está muriendo. El sol tiene su camino que se llama ajwik nüt (brincando el sol); sube por esta escalera y así va marcando la hora. El sol está exactamente arriba de San Mateo, que está en el centro del mundo. Alrededor de San Mateo gira el sol: cuando son las doce, el sol se detiene arriba del pueblo. A esa hora se toca la campana.
El sol sale más al norte o más al sur: el día es más largo cuando está más arriba (norte) y más corto cuando está abajo (sur); es la misma escalera, pero abarca más o menos camino, así como abarcan los chinchorreros cuando pescan. El día que el sol se regresa, es el día más largo: ese día el sol está contento como gato, juega; ese día el sol no puede verse directamente, se le debe mirar reflejado en una jícara con agua. Ese día se llama atzog teat nüt (está jugando el Padre Sol). Cuando hay un eclipse de sol toda la gente cree que se va a acabar el mundo.
La luna es hembra, señorita. Camina por la misma escalera que el sol. Se llama ajwik cäw, pero no tiene hora fija para recorrer la escalera. Antes, cuando no había luz eléctrica, se estaba muy pendiente de la luna: cuando había luna llena, era buen tiempo para salir caminando a Juchitán, Salina Cruz o Tehuantepec; es tiempo para salir a la calle a platicar, para que los niños salgan a jugar a la calle. Con la luna llena, las viejitas tuercen hilo; es buen tiempo para torcer hilo de algodón y mecate de palma. Cuando la luna es llena, los cenzontles cantan toda la noche; las gallinas cacarean como si acabaran de poner huevo. Cuando la luna llena aparece cuando el sol entra, hay buena pesca. La mejor pesca sale cuando la luna está sazona. Cuando la luna va junto al sol en los meses de lluvia, los pescadores y los campesinos saben que ya va a llover.
La mar sube y entra con la marea, y la marea va con la luna. Cuando la luna está en medio, el mar se ahonda y viene la pesca; el mar sigue a la luna. Hay dos mareas cada día, una es la de la luna y otra es la del día. Los pescadores tienen que ver la luna para encontrar su pesca. Cuando la luna tiene un círculo alrededor es buen tiempo para buscar tortugas y huevos en la orilla de la mar viva. Cuando hay luna tierna, no se debe cortar madera porque se pudre, se echa a perder. La siembra se debe hacer cuando la luna está tierna; la cosecha, cuando está sazona. El maíz se guarda en luna sazona, también el frijol se corta con luna sazona. Los marranos deben caparse cuando la luna está sazona, si se cortan cuando la luna está tierna, sangran mucho y se mueren.
La luna se hace vieja y se hace tierna; desaparece, pero nunca se muere. Cuando no se ve, porque anda con el sol, se dice que está muerta, que está menstruando, es andeow cäw, luna con regla, porque la regla es sangre muerta; pero no está de veras muerta, revive siempre.
Cuando hay eclipse de luna, ya saben que es Xaweleat, que tiene hambre. A esa hora se tocan las campanas, los niños hacen ruidos con latas para asustar al Xaweleat, para que ya deje a la luna. Las mujeres preñadas no deben salir cuando hay eclipse porque si no sus niños tendrán muchos lunares. La luna tierna en el oriente no debe señalarse, porque se pudre la uña del dedo que la señaló.
Las estrellas del cielo son las velas de los muertos; por eso se ven más estrellas en miércoles y en domingo que son días más santos. Cuando las noches son muy estrelladas hay una fiesta allá en el cielo. El cielo es santo, y los muertos son el corazón del mundo; dicen que cada muerto tiene que contar las estrellas. Cuando cae una estrella fugaz, es un pedacito de pabilo que se desprende de una vela. Aparte son los cometas, se llaman cola de iguana: si caen dentro del mar se oye cómo se apaga y mueren muchos peces; si cae en la tierra, se mueren y se enferman los hombres y los animales. Si cae cuando hay calma, se sabe que va a seguir la calma y si hay norte, va a seguir el viento.
Para que los muertos lleguen hasta el cielo donde está Dios, hay que hacerles una misa especial, una misa de pozo volteado. Cuando alguien muere por muerte violenta, muere con tentación y lo gana el diablo, no tiene vela.
Cuando no hay luna en la noche, las estrellas marcan la hora: hora de la jaiba, hora del alacrán, hora del soplador. Hay un grupo de estrellas que se llama neameach ameay (el que duerme mal); es la Carrera de Santiago (la Vía Láctea), y es como uno que da vueltas en la cama, que duerme como quiera, que amanece atravesado, o de cabeza, o destapado.
En el norte está la Cruz de Dios que nunca cambia de lugar, sólo gira y se voltea la cabeza: allí se queda siempre, se ve en cualquier tiempo. Tiene cuatro luceros grandes y es una verdadera cruz.
La Cruz del diablo no es una verdadera cruz; es una cruz como la que se usa en el juego del garabato. Se ve de madrugada en febrero y marzo, por el tiempo de carnestolendas.
El Alacrán y el Soplador tienen cabeza y cola. El Cangrejo se ve al anochecer, en marzo y abril; luego desaparece. Los Marquesantos se llaman así porque son iguales a los marquesantos de la iglesia, que son los soportes usados para hacer velas.
Detrás de la escalera del sol y de la luna, detrás de las estrellas, está Dios Padre.
El viento del norte es hombre, es manso. El viento del sur es mujer, viene del mar, azota muy bravo. Es mujer, es culebra que puede venir como ciclón. El viento del sur sopla en marzo y abril, ese tiempo es bueno para trabajar; pero el sur en el mes de mayo es malo, porque anuncia ciclón. Ese ciclón es como culebra, viene una nube con una cinta de agua y luego jala para arriba.
El sur es de las mujeres y el norte es de los hombres; en el panteón hay una calle, del lado del sur se entierran las mujeres y del lado del norte se entierran los hombres. La cabeza de la iglesia ve hacia el norte. En las casas los altares están del lado del norte; la gente duerme con la cabeza hacia el norte.
Los meses de marzo, abril y mayo, son el tiempo de buena pesca; también es fácil convencer a una mujer, porque es tiempo de calor –en cambio en octubre y en noviembre, no se puede hacer nada. En mayo, junio y julio se siembran las tierras; en agosto y septiembre es cuando los pescados están más gordos; octubre y noviembre son la época de la lisa.
Los rayos y los truenos se respetan. El rayo es de Dios. Los rayos son montioc, son naguales que tienen poder y trabajan con el viento del sur. El rayo del sur trae la lluvia; el rayo del valle es seco, no puede entrar hasta el mar. Cuando están en la pesca y hay rayos, hay que salirse del mar –o estarse allí, pero sin trabajar– por respeto. El machete atrae al rayo porque el rayo tiene su machete; el que está en el monte debe enterrar el machete en la tierra si hay tempestad porque el metal atrae al rayo.
La mar es Dios, es sagrada; quien entra a la mar entra en sagrado como si fuera a la iglesia. El que muere en el mar queda con Dios, aunque no sea su hora; ya quedó en sagrado. A la mar se le pide la lluvia y se le hace ofrenda. Al llegar a la mar, el pescador se debe persignar antes de entrar; sólo a la mar se le hace sacrificio, por eso son pescadores: su vida es el mar. No se entra al mar por entrar, sólo para la pesca; las mujeres no entran a la mar más que cuando buscan caracol para teñir su hilo. Las fiestas deben respetarse; nadie debe entrar al mar. En Semana Santa el mar es muy peligroso, tienen derecho la madre de la jaiba y la madre del camarón; y Dios no está cuidando, tiene los ojos cerrados.
La tierra es la más sabia, la más sagrada. Todo lo oye, todo lo sabe, desde siempre. Por eso hay que hablarle y hacer diligencias con ella cuando alguien se enferma. Pero no cualquiera puede hablarle; hay hombres especiales que le saben decir las cosas.
La lluvia tiene que pedirla el alcalde, junto con el juez de mandado, todos los años.
El arco iris lo escupe una tortuga; es sólo para señalar que ya pasó la lluvia.
Ramírez, Elisa, “El mundo y el cielo en San Mateo del Mar”, Arqueología Mexicana núm. 142, pp. 14-15.